Tras esta decisión se esconde una crisis estructural que los centros de estudios llevan años describiendo. Los analistas describen un sector de la construcción naval estadounidense debilitado por décadas de migración de trabajo comercial al extranjero, lo que ha dejado a la Navy prácticamente como el único comprador nacional y ha puesto de manifiesto la escasez crónica de mano de obra cualificada, el envejecimiento de las infraestructuras y la fragilidad de las cadenas de suministro. El tiempo en el astillero, tanto para la nueva construcción como para el mantenimiento, se ha prolongado, el crecimiento de los costes ha superado la inflación y las líneas de producción tienen dificultades para absorber los cambios de diseño sin sufrir retrasos en cascada.
Una investigación del Congreso arroja cifras contundentes sobre esta brecha. A principios de 2025, la Navy desplegaba menos de 300 buques de guerra, frente a la meta establecida de 355, y los nuevos planes aún no lograban encajar la estructura de fuerza deseada con una producción industrial y presupuestos realistas.
La construcción de submarinos de las clases Columbia y Virginia, el programa de las fragatas Constellation y buques anfibios o logísticos clave se enfrentan a la presión del calendario, y eso convierte a cada mes de retraso en un año perdido de capacidad de combate, algo que preocupa y mucho en el área del Pacifico.
Los cuellos de botella son tanto técnicos como financieros. El trabajo nuclear se ve limitado por soldadores especializados y un estricto control de calidad en los submarinos, en buques de combate de superficie se manejan complejos mástiles de radar, sistemas de energía integrados y salas para sistemas de combate que dificultan la automatización. Medios que han entrevistado a directores de planta y publicadas hace tiempo en redes sociales describen los módulos de propulsión y los compartimentos de misión ( entiendo que salas de mando y control) con gran instalación de cableado y que marcan los ritmos, donde las entregas tardías de componentes obligan a trabajos fuera de secuencia que reducen la productividad. En ese contexto, liberar incluso una pequeña parte de la capacidad de los astilleros estadounidenses adquiere una importancia estratégica.