DIARIO DE UNA BANDERA
OCTUBRE 1920
Al embarcar en Algeciras, se apiñan en las barcazas al costado del barco, un centenar de hombres de distintos aspectos; al lado de los trajes azules de Mahón, blanquean los sombreros de paja, trajes claros, rostros morenos curtidos por el sol, hombres rubios de aspecto extranjero y mozalbetes de espíritu aventurero. Silenciosos, dirigen su mirada enigmática al barco que los ha de conducir a Ceuta y momentos después desfilan rápidos por las escalinatas, dirigidos por una clase.
En el barco, en franca camaradería, comienzan las bromas y distracciones, forman un corro sobre la cubierta, el juego del paso se generaliza y pronto españoles y extranjeros saltan y se ríen dando al olvido su vida anterior.- Parece que vuelven a ser niños - ; pero los fuertes vaivenes del barco imponen la formalidad y mientras unos se tumban, otros en pie dirigen su vista hacia la costa, a donde les lleva su nuevo destino.
Estos son los futuros legionarios, muchos de ellos han escrito con su sangre las páginas de este libro y yo les contemplo con la simpatía de los que van a encaminar su vida juntos.
Al llegar a Ceuta, una gasolinera se acerca rápida en ella se distingue la silueta de nuestro Teniente Coronel Millán Astray, que con gesto enérgico, agito su gorro en el aire; en el muelle nos abrazamos ¡ ya estamos juntos ¡ Allí está el Jefe, y en el barco llega el material para la obra.
En minutos, desembarcan y forman los futuros legionarios; la gente se agrupa, se hace silencio y la voz enérgica del primer jefe, da la bienvenida a sus nuevos soldados que desfilan hacia la población. Se alejan en silencio profundo, con las cabezas erguidas y el paso firme, como aquellos que están poseídos de lo que significa ser soldado. Presenciando el desfile, le emoción nubla nuestros ojos, ¡ es nuestro sentimiento que alborea ¡.
Entra en el cuartel la expedición; a su paso se agrupan los llegados en días anteriores deseosos de saludar a los nuevos camaradas; pero estos son conducidos a un patio donde ha de hablarles nuestro Teniente Coronel; con palabra elocuente les dice el compromiso que van a contraer; La Legión les abre sus puertas, les ofrece olvido, honores ,Gloria; se enorgullecerán de ser legionarios; recibirán sus cuotas y percibirán los haberes prometidos; podrán ganar galones alcanzar estrellas; pero a cambio de esto, los sacrificios han de ser constantes, los puestos más duros y de más peligro serán para ellos, combatirán siempre morirán muchos, quizá todos…
Los futuros soldados les miran fijos, parecen sentir sus palabras, y en algunos de los ojos de aquellos curtidos rostros se ve brillar la emoción; pero aún es tiempo; con una sola palabra pueden volver a sus puntos de origen, les basta con decir al médico que les duele la garganta cuando les pase el último y definitivo reconocimiento. No es necesario; en forma solemne y con las gorras y sombreros en alto, juran morir por la Legión.
Salen de filas los extranjeros; entre ellos se adelanta un alemán, antiguo oficial de la guardia; otro italiano, aviador en su país; dos franceses, cuatro portugueses y un maltés; todos ellos con acento firme y en voz alta responden a las preguntas que les dirige el jefe; avanzan luego los que han servido en el Ejército con anterioridad; guardias civiles y carabineros licenciados, antiguos soldados y clases del Ejército, el militar de profesión, el que solo ha nacido para ser soldado.
Horas después, el reconocimiento médico ha apartado de este contingente una veintena, entre enfermos crónicos y hombres agotados o poco resistentes, sin salud para ser legionarios, y había que contemplar a aquellos náufragos de la vida suplicar y aún llorar para ser enganchados.
Entre ellos se distingue por su interés en quedarse, un joven de aspecto enfermizo cuyos ojos lloran:
¡Señor, déjeme ser legionario ¡ -dice suplicante '' yo le prometo ser muy buen soldado- Mire usted que es una penitencia.
Y refiere cómo abandonó el convento, en el que iba a hacer sus votos, atraído por el mundo. Luego, arrepentido quiso retroceder y el Prior le puso como penitencia para recibirle que probase su vocación sirviendo como voluntario en la Legión Extranjera. Si pasados cuatro años seguía con el pensamiento, podría ingresar en el convento.
El jefe le mira, hubiera querido complacerle, pero su aspecto es tan débil que no podría resistir la vida de la Legión. No es posible; volverá a su hogar. Los declarados útiles entran de lleno en la vida del cuartel
En la posición A, a tres kilómetros de la plaza, empieza la organización de las primeras unidades de legionarios; cobran las cuotas de enganche, que alegremente gastan en la población, y en unos días de orgia se despiden de los placeres y atractivos de la vida ciudadana.
El 16 de Octubre se ordena marchen a Rifflen las tres primera compañías organizadas, que pasan a constituir la primera Bandera de la Legión. Esta lugar ha de ser en lo sucesivo cuartel de legionarios.
La instrucción comienza; en las explanadas los pelotones de legionarios se instruyen bajo la dirección de los Oficiales, otros al pie del monte efectúan los primeros ejercicios de tiro, pues muy pronto las necesidades de la campaña les ha de llevar a puestos de vanguardia.
Un grupo de cuarenta de estos soldados, reciben orden para salir como acemileros a las operaciones de Xauen; los compañeros les ven marchar con sana envidia; todos ansían la ocasión de demostrar sus entusiasmos; y aquéllos, felices, alcanzan el honor.
La novela de la Legión empieza a tejerse.la vida ha reunido en sus filas hombres tan distintos que, perdidas en el mundo sus vidas, hoy se relacionan y unen; aquí se encuentran hermanos separados desde hace muchos años; cada día que pasa salen a la luz más detalles de su interesante historia. Hoy un legionario de edad madura y aspecto de hombre cansado el que cruza la calle, lleva la cabeza alta como los legionarios, pero su paso es algo perezoso, la plata de los años blanquea sobre sus sienes y salpica su barba descuidada; al pasar ante un oficial del Ejército, levanta su brazo para saludarle; el oficial se detiene, se miran unos segundos y se abrazan llorando…..Ese oficial era su hijo…..¡por qué destinos caminos los empujo a la vida ¡.
Otro día es el Teniente Coronel el que nos relata una anécdota de un legionario. En la puerta de su casa, un soldado alto, de barba rubia y rostro curtido, con aspecto de hombre de mar, permanece firme; con su mano derecha suspende un enorme pescado: “ Mi teniente coronel.- dice '' me he pasado la noche pescando este pez para usía y aquí se lo traigoâ€. Lo que había cogido por la noche era una “merluza”que aún le duraba y había pernoctado fuera del campamento.
En la vida del cuartel se registran sucedidos curiosos; soldados que al ir a cobrar las sobras se olvidan del nombre que han dado al afiliarse y tienen que acudir a mirar una nota escrita que lleva en el bolsillo. Otro legionario llega retrasado cuando le pagan las “sobras”(recibe este nombre el dinero que diariamente recibe en mano el soldado), se presenta al oficial y éste le pregunta: ¡ Que quieres, las sobras? Lo que deseo es lo “licitoâ€, “no quiero las sobrasâ€, contesta el interrogado dolido.
Así van sucediendo mil episodios de la vida de estos hombre que bajo las Banderas de la Legión se sienten caballeros.
Cada legionario es tu compañero de arma cualquiera que sea su nacionalidad, su raza, su religión.Tú lo manifestaras siempre en la estrecha solidaridad que debe unir a los miembros de una misma familia.