Basado en propias opiniones de los protagonistas de la EPOCA, y frases, que han existido, pero que hoy en dia ni se mencionan.
SEGUNDA GUERRA MUNIDAL, TABUES Y FALCIFICACIONES
Josef Skála
"MEMENTO VIVERE"
En vísperas de las elecciones presidenciales estadounidenses de 1984 el semanario New Yoker publicó la "Carta a un norteamericano". La había escrito George Kennan, uno de los pocos seres vivientes que no conocen los acontecimientos históricos más significantes de los últimos cincuenta años sólo de la prensa y la pequeña pantalla. Fue durante largos años embajador de los Estados Unidos en la Unión Soviética. Cuando la guerra fría entró en escena, dirigía la sección de planificación del Departamento de Estado de EE.UU. En la primavera de 1947 publicó en Foreign Affairs un artículo que todos los estudiantes de política internacional conocen. La firma "X" proponía por primera vez una "justificación científica" de la política del "containment" - la contención del comunismo, desde la necesidad de "construir un telón de acero" hasta la "filosofía del chantaje nuclear".
Por ello resulta interesante escuchar la voz de George Kennan reaccionando a las realidades de nuestro tiempo en su "Carta a un norteamericano".
"No dudo que este inesperado mensaje mío le sorprenda. Pero decidí dirigirle esta carta a usted, quizá el único de cuántos se encuentran cerca de la cúspide del poder en Washington que sabrá mantener su honradez y su sinceridad a la hora de evitar una catástrofe universal. Sin consideración del eventual triunfo electoral, los meses más inmediatos deben anunciar una nueva etapa en las relaciones americano-soviéticas. Si bien en las relaciones entre ambos países no vemos ningún problema político que justifique la guerra, los preparativos de la misma pasaron a ser una tradición profundamente arraigada tanto en nuestras fuerzas armadas como en una parte importante de nuestra sociedad civil... La Unión Soviética figura como el "enemigo" en centenares de documentos redactados a diario en el Pentágono. El potencial de las fuerzas americanas se compara constantemente con lo que éstas podrían lograr en un conflicto bélico con las fuerzas soviéticas. ¿Hay acaso alguien realmente dispuesto a creer que la fuerza motriz de esta fiebre belicista no impacta de modo decisivo en la política?
... No podemos seguir hablando constantemente sobre la guerra con la Unión Soviética, afirmando al mismo tiempo que deseamos evitarla. No podemos ir afianzando constantemente nuestra vigilancia patriótica ensalzando el heroísmo y el chovinismo en manifestaciones dentro del país y, al mismo tiempo, intentar de sugerir al mundo, incluyendo a nuestros adversarios políticos, que la paz es nuestra única aspiración...
La cuestión de la paz y la guerra tiene significación decisiva. Todos los problemas restantes, reales o construidos, deben quedar relegados al segundo plano. Pero no es posible aplazar la solución del problema decisivo. Para lograr algún progreso en su solución (en ello estriba precisamente lo esencial que quiero comunicarle en la presente) debemos mirarnos con más atención que en el pasado, debemos tomar en consideración nuestras posibilidades, nuestros actos, todos los procesos que van configurando nuestra sociedad".
Los hechos del presente son el único motivo para una reflexión de esta Ándole. Hace cuarenta años terminó la segunda guerra mundial. El mundo ha cambiado radicalmente desde aquel entonces. Sin embargo, lo que más nos preocupa hace recordar con sobrada evidencia el clima imperante en vísperas de aquella horrenda masacre.
61 países se vieron arrastrados por la vorágine. En ellos vivían cuatro quintos de la población mundial - centenares de millones de hombres que en su aplastante mayoría no deseaban la guerra. No obstante ello, más de cincuenta millones la pagaron con sus vidas . ¿Podrían inventariarse los sufrimientos y los daños causados?
¿Por qué no fue posible impedirlo? ¿Qué probabilidad de éxito tenían las ambiciones cuyos partidarios colocaron a Hitler a su cabeza? ¿Qué veredicto pronunció la historia sobre los hombres que apostaron por la política del "apaciguamiento" con respecto a Hitler? ¿,Quién detuvo a Hitler? ¿A quién le corresponde el papel decisivo en su derrota? ¿Y a quién en la liberación de los pueblos de Asia y Europa, víctimas futuras del genocidio fascistas?
La ciencia de la historia no es la única en plantear estas interrogantes. En primer lugar las plantean las amenazas que poner en peligro el destino de las generaciones actuales. El peligro de una nueva conflagración mundial es una espada de Dámocles pendiente sobre la civilización y la vida en el Planeta. Que aquellos que tratan de tranquilizarnos con sus fábulas sobre una "guerra nuclear limitada" ajusten sus eventuales dudas al respecto con sus conciencias, suponiendo que conciencias tengan. Además, a los europeos ni se nos concede la oportunidad de convencernos de lo quimérico de dichos planes. Sus autores no disimulan que el destino de nuestro continente quedaría irreversiblemente cortado los primeros minutos del holocausto nuclear.
A ello se debe también la enconada confrontación en torno al significado actual de los acontecimientos de hace cuarenta años. La verdad no se enfrenta únicamente con las confabulaciones destinadas a rehabilitar los hijos póstumos declarados de Hitler. Hoy día nos aturden los que tomaron el designio de "ganar la guerra nuclear". En defensa suya falsifican a propósito precisamente lo que más les acusa. Sólo un supuesto permite un juego tan fraudulento; mantener en secreto los datos que ponen de manifiesto su desmesurada aventura.
Resulta oportuno, en esta coyuntura, recurrir al testimonio de los documentos de la época. Una razón concluyente nos induce a hacerlo - más de la mitad de los que hoy vivimos hemos nacido después del año 1945. Los que hayan podido presenciar su cruel prólogo con una visión de adulto se encuentran hoy día, en el mejor de los casos, en los límites de la edad activa.
Centraremos nuestra atención en documentos y materiales que nadie podrá acusar de tendenciosos.
LA TRAGEDIA DEL "APPEASEMENT" - ¿QUIEN SE VE EN EL ESPEJO?
El 9 de mayo de 1945. La liberación de Praga, los últimos disparos de la segunda guerra mundial en Europa. El "milenario imperio" de Hitler se desmorona entre ruinas y escombros. En cientos de lugares de encuentro de las primeras líneas de los aliados antifascistas, la victoria se celebra en común. Millares de amistades personales, ahí nacidas entre soldados soviéticos y estadounidenses, británicos, canadienses y otros resistieron incluso a los vendavales más violentos de la guerra fría.
El triunfo de la coalición antihitleriana fue un testimonio elocuente. A partir de este momento no sería posible desacreditar la cooperación de países con regímenes sociales diferentes como una utopía caprichosa. La necesidad histórica de esta vía quedó demostrada por los acontecimientos decisivos para el destino de la humanidad. A todas luces resultaba evidente que de haberse constituido dicho frente a tiempo, la campaña de Hitler hubiera quedado condenada a fracasar desde el principio.
Los cráteres de la segunda guerra mundial no fueron la primera proclamación de las desorbitadas ambiciones del nazismo. El "Mein Kampf" de Hitler no disimulaba que la lucha por "ampliar el espacio vital alemán en el Este como en el Oeste" sería sostenida por "todos los medios de la política de poder". En primer lugar por el "filo de la espada alemana". Esto se escribió en 1923, más de quince años antes del comienzo de la guerra.
Sin embargo, "Mein Kampf" también contenía otras consignas. El comunismo no quedó definido tan sólo como algo inaceptable para un oscurantista reaccionario. Hitler lo declaró una "plaga". "Esta infección de viruela", clamaba a todos los vientos el futuro Fí¼hrer, "supone la amenaza principal para la civilización y la cultura". Prometió a la reacción en Alemania - y no sólo en Alemania- que el comunismo sería descuajado a fuego e hierro".
El país destinatario de todas estas amenazas presentó un proyecto de tratado internacional sobre el desarme general ya en el año 1922 en la conferencia de Génova - primer foro de esta clase en que pudo participar. Intentando dar el ejemplo, redujo a mediados de los años veinte el número de sus fuerzas armadas casi a la décima parte. "La república soviética", escribe el profesor americano R. Garthoff en su libro "La política militar soviética: un análisis histórico" (Soviet Military Policy: A Historical Analysis 1966, New York), "renunció a los derechos económicos y políticos de Rusia en el extranjero - en Turquía, Persia, Afganistán, Sinkiang, Manchuria y China... A partir de 1921 la Unión Soviética no recurrió a la fuerza militar. Asumió el papel del protagonista en la lucha por el desarme".
Al cernirse las nubes de la agresión fascista, la URSS desplegó un esfuerzo imponente con el fin de constituir un sistema de seguridad colectiva. Ingresó en la Sociedad de la Naciones. A mediados de los años treinta concluyó tratados sobre la ayuda mutua con Francia y Checoslovaquia. No escatimó esfuerzos a fin de lograr que pasaran a ser la base de garantías más amplias contra una guerra mundial, solicitando la participación de Inglaterra, Polonia y otros países europeos. La Unión Soviética propuso en noviembre de 1933 la celebración de un Pacto Regional del Océano Pacífico a fin de impedir la guerra en el Lejano Oriente. Se manifestó enérgicamente en defensa de las primeras víctimas de la agresión - China, Etiopía, España, Austria, Checoslovaquia, Albania. La Unión Soviética supo dar una respuesta militar contundente a la agresión del aliado japonés de Hitler ya en 1938, cuando intentó atacar el territorio soviético. Lo mismo se repitió un año más tarde, cuando los japoneses traspasaron las fronteras de Mongolia.
¿Por qué no fue seguido este ejemplo? Demos la palabra a Summer Welles, durante la guerra adjunto del secretario de Estado de EE.UU. En su libro "Tiempo de decisión" (Time of Decision, Nueva York, 1944) escribió al respecto: "En los años de preguerra los representantes de los altos círculos financieros y comerciales de los países occidentales democráticos estaban firmemente convencidos de que una guerra entre la Unión Soviética y la Alemania hitleriana resultaría en beneficio de sus propios intereses. Por un lado afirmaban que Rusia quedaría derrotada, exterminándose de este modo el comunismo, por otro Alemania saldría de la contienda sumamente debilitada, dejando de ser un peligro real para el resto del mundo".
El 3 de octubre de 1935 fue agredida Etiopía. Un ejército de más de cuatrocientos mil hombres de la Italia fascista, el aliado principal de Hitler, masacraba a los patriotas, en muchos casos armados sólo con lanzas. Los círculos mencionados por Summer Welles mantuvieron una "neutralidad" ostentativa. A la pregunta de Mussolini acerca de la reacción británica ante la agresión italiana, el primer ministro británico Ramsay Mac Donald contestó: "Inglaterra es una dama. A las mujeres les gusta el modo de actuar de los varones a condición de que éstos sepan dar muestra de discreción. Por lo tanto, obren con delicadeza y nosotros no nos meteremos por medio". La barbarie más despiadada no iba en contra de los modales de esta "dama". ¡En el curso de la agresión italiana contra Etiopía y la posterior ocupación del país fueron exterminados unos 750 mil etíopes!
El historiador militar británico Basil Liddel Hart constató que precisamente esta política "llevó a Hitler en marzo de 1936 a otro acto provocador". Las fuerzas militares alemanas invadieron el 7 de marzo de ese año la Renania desmilitarizada. "Moscú debe quedar arrinconado y en cuarentena", clamaban los altavoces de Goebbels. Declaraba la ocupación de Renania "una preparación de la retaguardia para la campaña oriental". Pero Hitler se expandía hacia Occidente.
"Se trataba de una aventura peligrosa, porque Inglaterra y Francia contaban en ese tiempo con una superioridad significativa", dice el volumen 29 de la última edición de la "Enciclopedia Americana". El general Jodl, uno de los más Ántimos de Hitler, confesó más tarde: " Teníamos el sentimiento excitante de un jugador que apuesta por una carta toda su carrera". Alentado por el triunfo fácil, Hitler no disimuló su pensamiento: "El espíritu del Tratado de Versalles ha sido destruido. Hay que poner orden en Europa". El historiador británico John Wheeler-Bennet escribió con pleno derecho: "Permitieron a Adolf Hitler ganar la primera batalla de la segunda guerra mundial sin un disparo".
En julio de 1936 se produce el golpe fascista en España. No tarda en convertirse en una extensa agresión fascista. Más de 300 mil mercenarios extranjeros combatieron entre 1936 y 1939 contra el gobierno español legítimo. Más de la mitad de éstos eran procedentes de la Alemania y la Italia fascistas. Estos países también suministraron a Franco centenas de aviones militares modernos, tanques, cañones y otros pertrechos de guerra. La Unión Soviética fue el único país dispuesto a apoyar a los republicanos y a suministrarles armas. El pacto de no intervención propuesto por el gobierno francés y adoptado por 27 países europeos en agosto de 1936 prohibía la exportación, la reexportación y el tránsito de toda clase de armas y material bélico a España. La ley sobre "la neutralidad norteamericana", adoptada un año más tarde, tenía la misma significación real.
Hoy nos asombra sólo el siniestro trapicheo en torno a la libertad de otra nación y el desprecio a millares de vidas humanas. Un documento de la embajada alemana en Madrid de otoño de 1936 dice que si Alemania e Italia llegan a apoderarse de la Península Ibérica, "podrán atenazar a Francia desde el Sur y así los franceses podrán conocer lo que supone sostener una guerra en dos frentes". En un memorándum del Ministerio del Exterior hitleriano de octubre de 1938 se afirma: "Colmar el vacío militar y político en la Península Ibérica (objetivo logrado en gran medida) significa un cambio fundamental de la posición de Francia... Gibraltar pierde su valor, el libre paso de la flota británica y francesa por el estrecho dependerá de España, sin hablar de la posibilidad de emplear fuerzas navales y aéreas... El conflicto europeo entre el eje Berlín-Roma e Inglaterra y Francia tendrá características totalmente distintas en cuanto España se sume al eje". España al lado de Hitler, como lo subrayaban varios documentos nazis, pasaría a ser el trampolín para la agresión en África y en el continente americano.
Pero la "lucha contra el bolchevismo", escudo y consigna ostentada por el agresor, fascista, también fue en este caso antepuesta a los propios intereses de Inglaterra, Francia y Estados Unidos. El propio Franco escribiría más tarde: "Sin camiones y créditos norteamericanos no hubiéramos podido ganar la guerra". El 27 de febrero de 1939 Londres y París que también mantenían con Franco "relaciones comerciales mutuamente ventajosas" rompieron las relaciones diplomáticas con el gobierno español legítimo y reconocieron la dictadura fascista. El ministro de Relaciones Exteriores republicano Julio Alvarez del Vayo escribía en su libro "España acusa", publicado en 1937: "En la práctica la no intervención significaba una auténtica intervención directa e inmediata en favor de los sublevados".
La historia se repitió de nuevo al ocupar Hitler Austria. Cuando Hitler ordenó en marzo de 1938 la anexión, incluso las cúspides de su ejército objetaron que este podría provocar medidas de desquite de Londres y París. El historiador francés J. Benoist-Méchin documentó los pormenores del desarrollo de los acontecimientos en la cancillería de Hitler - en el cuarto tomo de su "Historia del Ejército Alemán": "Hitler silenció a sus generales afirmando que ni Inglaterra ni Francia apoyarían a Austria". El 27 de mayo de 1938 el ministro de Relaciones Exteriores galo Bonnet recibió al embajador de Alemania von Welczeck. "El gobierno francés", declaró Bonnet en dicha ocasión, "aprecia sinceramente el esfuerzo desplegado por el gobierno alemán en nombre de la paz".
El "apaciguamiento" de Hitler culminó por otro acto de agresión, esta vez contra Checoslovaquia, en el humillante dictado de Munich. En éste se acentuaron todos los rasgos que tanta actualidad confieren a estos capítulos de la historia con respecto al presente. El tratado de alianza con Francia garantizaba la seguridad de la Checoslovaquia democrático-burguesa. Este tratado también condicionaba los compromisos de la URSS para con Checoslovaquia. Londres y Washington también consideraban Checoslovaquia un aliado suyo. Pero el profanado guión por el cual suelen justificarse las agresiones - hoy igual que en los tiempos de Hitler - recibió en este casó luz verde. Checoslovaquia quedó declarada "foco de peligro rojo". Hitler llegó a vociferar sobre "el portaaviones insumergible de bolchevismo". Un diluvio de infundios absurdos fue lanzado contra el pequeño país en el centro de Europa, víctima de decenas de agresiones sin haber provocado ninguna. Hoy día esta situación parecerá muy familiar a los pueblos de Granada, Nicaragua y varios países más. Hitler, encabezando un país incomparablemente más fuerte en cuanto a potencial militar y económico, - ese Hitler que no disimulaba sus preparativos para una "cruzada" universal - inculpó precisamente a Checoslovaquia de "amenazar la seguridad y los intereses vitales de la nación alemana".
Incluso el primer ministro francés Daladier veía entonces el mayor peligro en "la invasión de cosacos y mongoles a Europa". El 23 de mayo de 1938 confió esta preocupación suya al embajador alemán en París. El historiador checo Jan Slavík que nunca manifestó excesiva simpatía por la Unión Soviética ni por los comunistas checoslovacos escribió en octubre de 1938: "Entre los gobernantes de Francia prevaleció en el momento crítico la consideración de sus intereses de clase. El temor a la revolución social preponderó. Consideraron que el peligro alemán sería menos grave. La decisión tuvo el mismo resultado en Inglaterra... Las clases dominantes, el capital londinense, prefirieron concertarse con los regímenes fascistas. El pacto de Munich de los cuatro fue, a fin de cuentas, resultado del conocimiento que los intereses de las clases pudientes de Inglaterra y Francia coinciden más con los intereses de Alemania e Italia. Los representantes de la reacción social formaron una nueva Santa Alianza".
El mariscal hitleriano Keitel declaró ante el tribunal de Nuremberg: "Estoy firmemente convencido que si Daladier y Chamberlain hubieran dicho en Munich: «Estamos dispuestos a luchar», en ningún caso hubiéramos recurrido a la acción militar". Sin embargo, Daladier y Chamberlain firmaron con Hitler y Mussolini un dictado que era el prólogo de la "solución final de la cuestión checoslovaca". La ocupación de Checoslovaquia, iniciada por la Alemania fascista menos de medio año más tarde, el día 15 de marzo de 1939, entregó a la Wehrmacht el armamento del ejército checoslovaco: 1,582 aviones, 501 cañones antiaéreos, 2,175 piezas de artillería , 469 tanques, 43,876 ametralladoras, 785 lanzaminas, más de un millón de fusiles, 114 mil pistolas, millones de proyectiles de armas de fuego de mano, 3 millones de proyectiles de artillería y otro material bélico. ¿Cuántos patriotas fueron después víctimas precisamente de este material al defender Polonia, Francia, Bélgica, Yugoslavia u otros países europeos agredidos por la Alemania nazi?
El 1ro de septiembre de 1939 Hitler ataca Polonia. Una semana antes de esta fecha se celebró el tratado germano-soviético sobre la no agresión. El lector conocerá de sobra las versiones insulsas forjadas en torno al tema. Pero los verdaderos cómplices, responsables de la segunda guerra mundial, quedan claramente designados por mucho que se intente rehabilitarlos. Las razones por la cuales muchos documentos siguen siendo tabúes para la "gran prensa" son obvias.
Consideremos, a título de ejemplo, la documentación del británico Public Record Office, el folio F.O. 371/23.071 (pág. 240 y siguientes). Se trata de estenogramas de los debates celebrados en el verano de 1939 en el comité de asuntos exteriores del gabinete británico: "El primer ministro Chamberlain: Los rusos hacen todo para que concluyamos con ellos un acuerdo... Lord Halifax: Informaciones de varias fuentes señalan que es indispensable... concluir un acuerdo con Rusia, de otro modo la situación podría tener por resultado acciones violentas de Hitler... Concluyendo un acuerdo con Rusia evitaríamos el peligro más horrible... y garantizaríamos la seguridad de Polonia. Es obvio que Rusia tiene interés por el mantenimiento de la independencia de Polonia y no desea su liquidación"
La celebración de un acuerdo entre Londres, París y Moscú a fin de prevenir la agresión hitleriana tenía en el verano de 1939 el apoyo del 81 por ciento de los franceses y del 87 por ciento de los británicos, interrogados por las oficinas gubernamentales para la encuesta de la opinión pública de dichos países. El 21 de agosto de 1939 la Unión Soviética comunicaba a Francia y Gran Bretaña que en caso de agresión alemana pondría en acción contra Hitler 120 divisiones de infantería y 16 de caballería, 5 mil cañones pesados, 10 mil tanques y más de 5 mil aviones de combate. Las propuestas urgentes y reiteradas de la Unión Soviética fueron desoídas. "El acuerdo con Rusia sería como una piedra que llevaríamos colgada del cuello durante largos años y que incluso podría obligar un día a mis hijos a luchar por intereses rusos", leemos varias páginas más adelante las palabras de Chamberlain en la documentación citada.
El profesor británico L. Kettenacker escribió a finales de los años setenta en la miscelánea "Verano de 1939, las potencias y la guerra europea", publicada en Stuttgart: "Si Londres hubiera manifestado sin dilaciones y excusas su disposición de aceptar la propuesta soviética de alianza, manifestando una actitud seria con respecto al de la seguridad en Europa, el «frente de la paz» se hubiera podido constituir. Precisamente esta experiencia transcendental movió a Churchill a tender la mano a la URSS con miras a concluir la alianza ya el 22 de junio de 1941, el primer día del ataque alemán en el Este".
Las respuestas del gobierno reaccionario polaco a las propuestas soviéticas en el verano de 1939 fueron similares. El 20 de agosto el ministro de Relaciones Exteriores de Polonia comunicó oficialmente: "Ningún tratado militar vincula Polonia con los Soviets y el Gobierno polaco no tiene la intención de concluir un tratado de esta Ándole". Los tergiversadores de los acontecimientos del verano de 1939 deberían darnos una respuesta seria a esta pregunta: ¿Qué otro remedio tenía la Unión Soviética, sino el de aceptar el paso que aplazaba la agresión Hitleriana a la URSS?
Las fobias chamberlanianas resultaron ser un mal consejero. El balance del "apaciguamiento" del agresor es de todos conocido. Antes de atacar a la Unión Soviética Hitler ya se había apoderado de casi toda Europa. Antes de que lanzara a "ajustar terminantemente las cuentas con el bolchevismo" ya perecían miles de británicos en las atronadoras explosiones de las bombas por medio de las cuales la Luftwaffe de Goering introducía el "nuevo orden en Europa". La sombra de la invasión fascista también se cernía amenazadora sobre las británicas.
Es un memento sumamente actual. Intentemos imaginar cómo actuaría varios decenios después de los acontecimientos relatados el agresor en Vietnam, Granada o el Líbano, si no se tomara a la ligera esta lección histórica. De no ser por la benevolencia y el apoyo con los que puede contar en algunas partes y de no ser los prejuicios que refleja con tanta precisión el fracaso de las ambiciones muniquenses.
La tragedia del "appeasement" es una grave advertencia. Previene ante la collera de toda "cruzada". Pues precisamente en el guión de ésta vuelve a aparecer lo que rompió la nuca a Hitler. La hecatombe a la cual el mundo fue llevado por la política del "apaciguamiento" es un memento de alarma de cara a los pershing y los misiles de crucero. Pues éstos - aún sin ser los únicos - constituyen el arsenal de los inspiradores de la "guerra nuclear limitada". Una apuesta descabellada a costas de todos los europeos hasta el instante en que inevitablemente se convertiría en una conflagración mundial. Después de ésta hombres sólo lucharían con mazas y pedruscos, como ya lo dijo Albert Einstein. El fracaso del "appeasement" es una advertencia alarmante contra la ofuscación antisoviética y anticomunista. Alarma contra la ilusión de poder que empuja a poner en peligro la seguridad y soberanía de los pueblos, el destino de nuestro continente, el porvenir y la existencia misma de la humanidad.
"LA GUERRA DESCONOCIDA"
Este fue el nombre de una serie emitida en los años setenta por una modesta compañía de televisión en Estados Unidos. El título era acertado. La voz del actor mundialmente famoso, Burt Lancaster comentaba los documentos sobre la Gran Guerra Patria del pueblo soviético. La mayoría de los espectadores los veía por primera vez. No precisamente porque la lucha sostenida en el mundo contra Hitler y su satélites careciera de atractivo para los lectores y los editores. En EE.UU. ya se publicaron más de diez mil libros sobre esta lucha. ¿Por qué motivo estos libros - en los Estados Unidos así como en otros países - salvo contadas honrosas excepciones, hacen caso omiso del papel del pueblo soviético en esta lucha? Recurramos al testimonio de los documentos históricos sobre este papel. Nos ofrecen la mejor explicación de este sorprendente tabú.
Hitler lanzó al ataque contra la Unión Soviética una masa jamás vista de soldados y de técnica militar - 190 divisiones, más de 4 mil tanques, unos 5 mil aviones y 200 embarcaciones de guerra. Exactamente un año antes, el 22 de junio de 1940 terminó la campaña fascista en Occidente. Había empezado el 10 de mayo. El 14 de mayo capituló Holanda, el 28 de mayo Bélgica, el 22 de junio Francia. Junto con Gran Bretaña había opuesto a Hitler 147 divisiones (total, 3 millones 785 mil hombres), más de 3 mil tanques y 3.8 mil aviones de combate. El agresor puso en acción 130 divisiones (en total 3 millones 300 mil hombres), 2,850 tanques y 3,824 aviones de combate.
En base a las experiencias obtenidas el servicio de inteligencia británico pronosticó: Hitler ocupará Moscú en seis semanas. Pero ya la primera etapa, la más difícil, de la guerra en el frente oriental tuvo un resultado distinto. Hasta el mes de abril de 1942, es decir diez meses, Hitler perdió más de millón y medio de hombres, unos 4 mil tanques y cañones automotrices, más de 7 mil aviones de combate. Ello suponía casi el quíntuplo de las pérdidas totales en todas las campañas anteriores en Polonia, en el Oeste y el Noroeste europeo y en los Balcanes.
En el discurso pronunciado en la radio el día del ataque, el 22 de junio de 1941, el primer ministro británico Churchill dijo: "Nadie ha sido a lo largo de los últimos veinticinco años adversario más consecuente del comunismo que yo. No pienso desdecirme de nada de lo que declaré sobre el tema. Pero ahora todo pasa al segundo plano frente al espectáculo que se nos ofrece... Hitler quiere destruir el Estado ruso, para poder retirar del Este las principales fuerzas de su ejército y su aviación y lanzarlas contra nuestra isla... Su invasión a Rusia es sólo el prólogo de la invasión contemplada a las islas británicas".
La Unión Soviética y las fuerzas progresistas no estaban equivocadas al advertir que la "erradicación del bolchevismo" no sería el único objetivo de Hitler. La suerte del continente europeo lo patentizaba. Documentos hitlerianos de la primavera del 1941 confirman que la agresión antisoviética no era el último objetivo. En el diario de servicio del estado mayor de las fuerzas armadas alemanas del día 17 de febrero de 1941 se apunta la directiva de Hitler: "Después de concluir la cruzada del Este es preciso contemplar la ocupación de Afganistán y la preparación del ataque a la India".
El día 11 de junio de 1941 quedó aceptada la propuesta de la directiva No.32 "Preparación para el período posterior a la realización del Plan Barbarossa" (es decir después de derrotar y ocupar la Unión Soviética). Dicha propuesta preveía, una vez derrotado el Ejército Soviético, la ocupación por la Wehrmacht de las colonias británicas y francesas y de algunos países independientes en el Mediterráneo, Cercano y Medio Oriente, la invasión a las islas británicas y la preparación de la agresión a Estados Unidos. Se contaba con la conquista de Irán, Egipto y todo el territorio en torno al canal de Suez ya en otoño de 1941, así como con la ocupación de la India donde la Wehrmacht debería unirse con las fuerzas del Japón militarista. La directiva No.32 también preveía la ocupación de Suecia y Suiza.
"Una vez resuelta la «cuestión inglesa»", decía la directiva, "quedará eliminada la preponderante influencia anglosajona en Norteamérica". Se preveía la ocupación de los Estados Unidos y Canadá por medio de poderosas operaciones de paracaidistas en las costa oriental de Estados Unidos desde bases en Groenlandia, Islandia, el Archipiélago de las Azores y el Brasil así como ataques similares a la costa occidental de Estados Unidos desde bases en las islas Hawai y Aleutianas. Según la directiva, "la derrota fulminante de la Unión Soviética" era condición principal de la realización de todos estos planes.
Los "apaciguadores" de Hitler apoyaban los planes de avasallamiento del pueblo soviético. La lucha de este pueblo pasó a ser el factor decisivo y de ella dependía la posibilidad de impedir una agresión nazi en el Oeste. Suponía una ayuda inmediata y de excepcional significación precisamente para Gran Bretaña. La batalla aérea de Inglaterra costó grandes sacrificios. Los incesantes ataques de la Luftwaffe acompañaban las operaciones de los submarinos alemanes. En febrero de 1941 de la flota británica perdió más de 400 mil BRT; en marzo 530 mil; en abril 687 mil. Se planteaba con creciente gravedad la amenaza de un bloqueo marítimo total de las islas británicas.
"La lucha de la Unión Soviética también es nuestra lucha", decía la resolución del mitin masivo de londinenses celebrado a finales de junio de 1941 en el Hyde Park. El arzobispo de Canterburry Hewlet Johnson declaraba en su mensaje al pueblo británico fechado el 29 de junio de 1941: "El destino de la humanidad está e juego en esta gran batalla... por un lado vemos la luz y el progreso, por el otro las tinieblas, la reacción, la esclavitud y la muerte. Rusia defiende su libertad socialista y al mismo tiempo lucha por nuestra libertad. En Moscú también se defiende Londres".
En la Cámara de los Comunes resonó entonces la voz del diputado Artur Woodborn: "No siempre nos damos plenamente cuenta de que una Rusia fuerte, incluso antes de intervenir en la contienda, era como una bola de plomo en las piernas de Hitler y le impedía abalanzarse contra nosotros". Winston Churchill escribió en sus memorias: "La entrada de los ruso en la guerra desvió la aviación alemana de los ataques aéreos a Gran Bretaña y disminuyó el peligro de invasión. También hizo más fácil nuestra situación en el Mediterráneo".
"El cese de los ataques aéreos a Inglaterra que estamos disfrutando", escribía el 10 de agosto de 1941 el, periódico británico News of the World, "no es mérito nuestro; lo debemos a que Alemania se ve obligada a concentrar todas sus reservas físicas y psíquicas en la guerra contra Rusia".
El conservador Archibald Southbee constató en el Parlamento el 6 de agosto del mismo año: "El cese de frica operaciones ofensivas de los hitlerianos en Africa del Norte fue facilitado por la actividad combativa del aliado ruso que ocupa las fuerzas alemanas en el frente oriental. Reconozcamos esta realidad y rindamos el homenaje debido a la valentía, la resolución y el arte militar de las fuerzas armadas rusas que defienden, junto con nosotros, la causa de la libertad. Reconozcamos también que su ayuda llegó en el momento más oportuno".
El libro "Churchill, Roosevelt, Stalin" fue publicado en 1957 en la Universidad de Princeton que hoy día forma el equipo de cerebros de esos círculos que poco aprendieron de la suerte de Hitler. En aquel año el historiador H. Fels escribió: "Si Rusia hubiera abandonado la lucha cuando Estados Unidos seguían manteniendo una actitud indecisa, el imperio británico difícilmente hubiera podido resistir".
En el informe presentado en 1945 al presidente y ministro de la guerra de EE.UU. por el ex-jefe del estado mayor del ejército estadounidense Marshall se decía: "Desde el comienzo mismo de la guerra el tiempo fue para nuestro país el factor decisivo... Obtuvimos este tiempo merced a la resistencia heroica del pueblo soviético. El pueblo soviético rescató para nosotros ese tiempo con su sangre y su valentía. Sin lugar a dudas, la defensa heroica del pueblo soviético y el pueblo inglés preservaron Estados Unidos de una guerra en territorio propio. Si la URSS e Inglaterra hubieran sido derrotadas en 1942... nos hubiéramos visto enfrentados a un enemigo que controlaría la mayor parte del mundo".
E. Stettinius, durante la guerra secretario de Estado de EE .UU, escribió en sus memorias: "El pueblo americano no debe olvidar que en el año 1942 se encontraba al borde de la destrucción. Si la Unión Soviética no hubiese podido mantener su frente, los alemanes hubieran podido conquistar Gran Bretaña. Asimismo hubieran podido apoderarse de África y construir su cabeza de puente en Latinoamérica".
El estudioso británico John Fulier señaló otro aspecto significativo. En el libro "La segunda guerra mundial 1939-1945", publicado en los años cincuenta, dice: "Fue precisamente a finales del año 1941, después de la batalla de Moscú, cuando la gente en Alemania empezó a admitir por primera vez la eventualidad de la derrota. Era la primera fisura diminuta en el granito del frente interior alemán, por el momento una fisura apenas perceptible, primera prueba de que los cimientos ya empezaban a resquebrajarse".
Es una paradoja sintomática. Las líneas citadas se publicaron hace más de veinticinco años. Los nubarrones de la guerra fría oscurecían el mundo. Pero el recuerdo de la lucha común contra Hitler seguía demasiado vivo. Incluso aquellos que no tenían en mucha estima la verdad se sentían en la obligación de conocerla.
Hoy día, al contrario, se apuesta por la "permutabilidad del pasado", para emplear las palabras de los héroes de Orwell. El fenómeno pudo observarse incluso en la Feria del Libro celebrada en octubre último en Francfort, Alemania Federal. Herman Wouk, un ejemplo entre otros. Por las tiradas de sus libros ocupa un puesto imbatible en Estados Unidos. Los libros que pienso examinar sirvieron de base para una serie televisiva. La compañía ABC gastó en esta serie 40 millones de dólares. Medio minuto de publicidad insertado en la transmisión de la serie costaba 175 mil dólares. "Los vientos de la guerra" de Herman Wouk tiene unas mil páginas. Su libre continuación "La guerra y los recuerdos" tiene quinientas más. Descubrámonos ante el talento literario de Herman Wouk. Pero de modo alguno podemos adoptar una actitud similar con respecto al contenido del libro.
La alianza constituida en 1941 entre Moscú, Washington y Londres se presenta en el libro como pura casualidad. En realidad se trataría de una "desviación" del "cuadro general de la segunda guerra mundial". Este cuadro general consistiría en el "conflicto entre la democracia y el totalitarismo". Claro está que el señor Wouk no conoce sólo un totalitarismo "pardo" sino también otro "rojo". Para reanimar este engendro del oscuro imperio de las fantasías dullesianas y repetirlo precisamente en este contexto histórico hace falta tanto cinismo como ignorancia.
¿No podría, acaso, el señor Wouk explicarnos de modo satisfactorio qué empujo al pueblo soviético a ese heroísmo ante el cual el mundo entero se inclinaba? ¿De dónde ese heroísmo, en tantas ocasiones ensalzado incluso por Winston Churchill, anticomunista de cuerpo entero? Ya el 7 de julio de 1941 este primer ministro británico escribió a Stalin: "Todos recibimos con suma satisfacción noticias sobre la resistencia fuerte, audaz y valiente del los ejércitos rusos. La gallardía y la tenacidad de las tropas y del pueblo soviéticos merecen la admiración de todos". El secretario de Estado norteamericano Cordell Hull escribió en aquel tiempo: "La Unión Soviética fue la mayor sorpresa de todas las sorpresas de la segunda guerra mundial. De repente, como de un día a otro se desgarró la densa neblina mostrando al mundo la semblanza real y el pensamiento verdadero de la nación rusa, sus líderes, su ejército, su economía, su pueblo y la nobleza de su fervor patriótico".
¿De dónde brotó esa inquebrantable fortaleza moral? Claro, el señor Wouk no puede proponernos ninguna explicación. No nos sorprende. La inepcia de la ilusión a la cual no es el único en sucumbir saldría a relucir con nitidez. Porque incluso el diletante más completo en temas de política se burlaría de la explicación de que un implacable vergajo totalitario regía la heroica gesta de la Gran Guerra Patria. Incluso el general jubilado de la Wehrmacht, H. Friessner, admite en su libro "La batalla perdida", publicado en los años sesenta: "Vi incontables veces por mis propios ojos que el soldado soviético luchaba por sus ideas políticas a plena conciencia".
Las estanterías en el nuevo pabellón de Francfort, al igual que en los pabellones construidos hace años, contenían también "obras literarias" más curiosas aún. Comparado con ellas, Herman Wouk resulta un progresista empedernido. Varias obras de esta Ándole ni se dan la pena de revestir la careta de la "opinión personal" que suele llevarse en estas ocasiones. Una de ellas, "El ataque a la Unión Soviética", fue publicada por el Centro histórico militar de la Bundeswehr. Este "estudio documental" de l,192 páginas se publicó en el marco de una serie de varios volúmenes editados por esta institución semioficial bajo el título "El imperio alemán y la segunda guerra mundial". En este caso ya no echaron mano sólo de Dulles sino directamente de Goebbels.
Según los historiadores que figuran en la RFA en la nómina del ejército, hubieran debido pasar, ante el tribunal de Nuremberg: Churchill, Roosevelt y también Truman. Porque la agresión a la Unión Soviética, con la cual estos estadistas se aliaron en la coalición antihitleriana, tenía, según estos historiadores, un objetivo "preventivo" y "de anticipación". Los Herodotos en uniforme deberían leer también al adjunto de Goebbels, Hans Fritsche. Precisamente ante el tribunal de Nuremberg declaró entre otras cosas: "Organizamos una extensa campaña de propaganda antisoviética a fin de convencer el público de que la guerra no había sido provocada por Alemania sino por la Unión Soviética... No teníamos ningún motivo para acusar a la Unión Soviética de preparar un ataque contra Alemania".