¿El expolio del Museo del Ejército?El pasado día 18 de enero se celebró en el Ateneo de Madrid una mesa redonda organizada por la Agrupación El Mar y sus Ciencias, que preside Juan Manuel Gracia, con el título de "EL EXPOLIO DEL MUSEO DEL EJÉRCITO". En este evento participaron los máximos representantes de la Asociación de Amigos del Museo del Ejército de Madrid, su presidente José Durán, acompañado de Juan Antonio Sánchez García, Armando Marchante y Gabriel Portal.La Asociación de Amigos del Museo del Ejército de Madrid es una escisión de la Asociación de los Amigos de los Museos Militares. La ruptura se produjo hace unos 12 años, por estar en desacuerdo con el traslado del Museo del Ejército a Toledo, según su propia declaración.
Dadas las erróneas y falsas aseveraciones que se expusieron en el foro mencionado, considero necesario hacer llegar a la opinión pública una serie de aclaraciones y comentarios, que entonces quise expresar sin éxito, pues se me negó la libertad de expresar una opinión diferente a la expuesta, de la misma manera que se me impidió defender la profesionalidad, que se puso frívolamente en duda, de todas las personas que participan en el traslado del Museo del Ejército a Toledo.
La conveniencia de que el Museo se mantenga en la capital de España es una opinión muy respetable y que, sin duda, muchos compartirán. Lo inaceptable es defender esta idea calificando al traslado de expolio.
Si se refieren a un expolio a la ciudad de Madrid, como alguno de los miembros de la Asociación ha afirmado en alguna ocasión, olvidan que el Ejército (y el Museo) es de España toda y no patrimonio exclusivo de Madrid, como consta en el propio nombre de la Asociación. Por tanto, independientemente de lo razonable que es defender su permanencia en la capital, por tradición, porque en la mayoría de los países de nuestro entorno así ocurre y por un sinfín de argumentos más que ya se han recogido en los medios de comunicación, no hay que considerar tampoco un desatino la decisión, tomada desde la más alta representación de la nación, de trasladarlo a otro lugar del territorio nacional.
En este caso, la nueva ubicación escogida para albergar el Museo del Ejército es la Imperial ciudad de Toledo y nada menos que el magnífico e histórico edificio del Alcázar. Una nueva sede acorde con el que pretende convertirse en "el mejor museo militar de Europa".
Pero si la Asociación, aludiendo a un supuesto expolio, quiere referirse a unos hipotéticos "daños irreparables" sufridos por los fondos, con un pretendido "desmantelamiento de un museo romántico por otro de metacrilato" que ha implicado una imaginaria "pérdida de patrimonio" y "dispersión de sus colecciones", para concluir en que "jamás volverá a estar bajo la mirada de los españoles" (¿por qué no?) tras la falsa "pérdida de valiosas piezas al no gozar de medidas de seguridad y control en el traslado" entre un largo etcétera de inexactitudes, falsedades, juicios de valor y medias verdades, la acusación es mucho más grave.
Se trata de un delito del que no sólo acusan a la Administración, sino también a las personas que cumplen la orden de traslado a Toledo, y que lo están realizando, ya en su última fase, con gran dedicación y profesionalidad para conseguir que el Museo del Ejército, el mismo que inició su andadura en 1803 y que se ha mudado ya en varias ocasiones, ofrezca desde su nueva sede una imagen renovada y acorde al siglo XXI, para conseguir que sea un referente mundial de los museos militares y el eje de la cultura militar española.
En el mundo del derecho hay una máxima que reza "el que alega, prueba". Comete delito el que, en público, acusa a otro de haber realizado a su vez un acto ilícito sin aportar prueba alguna. Y una situación de esta naturaleza se produjo el pasado 18 de enero en el Ateneo de Madrid.
Esta Asociación, que conoce cómo se está llevando a cabo este traslado, considerado por todos los expertos en la materia como un ejemplo de rigor, control y seguridad en el trato dispensado a los fondos del Museo, mantiene su postura sobre la gran mentira que supone enlazar pequeños retazos de verdad con falsedades de las que son conscientes.
La Asociación ha presentado un recurso ante la Sala de lo Contencioso Administrativo del Tribunal de Justicia de Madrid en el que solicitan el regreso del Museo del Ejército a su sede del Salón de Reinos, la paralización de las operaciones de traslado y el nombramiento de una comisión de expertos para el retorno y reubicación de los fondos del museo, hasta recuperar el estado expositivo inicial. En definitiva, la única aspiración de la Asociación consiste en conseguir que el Museo regrese a su sede de Madrid.
La justicia se pronunciará en su momento. Pero mientras, no es admisible que, para alcanzar sus objetivos, difundan argumentos falsos a sabiendas de que lo son, pues se trata de hechos en su mayor parte públicos y sobre los que la Asociación ha recibido información directa (aunque en ocasiones lo nieguen), del traslado y de las condiciones en las que se estaba realizando, tanto de los directores del Museo y del Instituto de Historia y Cultura Militar, como de las autoridades del Ejército de Tierra.
En relación con el traslado, la Asociación de Amigos del Museo de Madrid aseguraba que el transporte de los fondos se iba a realizar en camiones militares, a cargo de soldados y sin ningún tipo de medidas de control ni seguridad. El pasado día 7 de enero, La Razón publica un artículo firmado por Diego Camacho con el título de "El Museo del Ejército, el expolio de Madrid", en el que se afirma que "el transporte de los fondos se ha realizado, como si de una colección de cantimploras se tratara, sin el seguro preceptivo que marca la Ley de Patrimonio Nacional".
Como fácilmente se puede comprobar, lo cierto es que el traslado se adjudicó mediante concurso público del Ministerio de Cultura a la empresa especializada en transporte de obras de arte SIT Transportes Internacionales, una de las mejores de España y reconocida internacionalmente en el mundo de los museos. Son públicos los pliegos de prescripciones técnicas y de cláusulas administrativas que claramente especifican la obligatoriedad de la consignación de un seguro para el transporte.
El transporte, de hecho, se materializó con un éxito señalado por los técnicos del ámbito de la cultura y del mundo de los museos, que lo citan como ejemplo de movimiento de bienes de interés cultural de esta envergadura. No parece, por tanto, que los fondos hayan sufrido esos "daños irreparables" a los que Durán, presidente de la Asociación, aludía en el Ateneo el pasado día 18 de enero.
En el mismo artículo antes citado, y que coincide con las opiniones vertidas por miembros de la Asociación en otros foros, se asegura que "en Toledo se expondrán unos 6.500 fondos. Es decir, un dineral en hacer un museo en Toledo cinco veces más pequeño que el que existía en Madrid".
Esta afirmación se puede encuadrar en el capítulo de las medias verdades. Si bien es cierto que la exposición permanente va disponer en sus vitrinas de aproximadamente un 20% de la colección total, se debe a la intención de exponer, aplicando las técnicas más modernas, un discurso museológico que recorra la historia del Ejército de Tierra como parte de la historia de España. Además, explicará la contribución del Ejército al nacimiento, constitución y desarrollo de la nación y del Estado español, e ilustrará la aportación de los militares al progreso institucional, social, cultural y científico de España, para potenciar y dar a conocer la cultura de la defensa y la integración de las Fuerzas Armadas en organizaciones internacionales.
Con estos objetivos se ha llevado a cabo una cuidadosa selección de las piezas que mejor podrán explicar el discurso museográfico diseñado. Además, se ha escogido otro importante número de piezas para poder realizar rotaciones con las anteriores, de forma que las sucesivas visitas al Museo aporten siempre algún elemento novedoso al visitante asiduo.
El resto de las piezas se encuentran debidamente clasificadas en colecciones y distribuidas en 11 almacenes visitables, situados en el nuevo edificio que se ha construido en las proximidades del histórico. Todos y cada uno de los almacenes están dotados de gran espacio, control de seguridad y medidas medioambientales, para garantizar la mejor conservación posible de las piezas. Asimismo están dotados de puntos informáticos con conexión a la base de datos del Museo que facilitará la labor de investigación in situ.
Respecto al tamaño de la nueva ubicación toledana, basta con hacer referencia a las cifras: de los 4.750 m2 construidos en la sede de Madrid, el Museo dispone en Toledo de en torno a los 35.000 m2 (sin contar los jardines).
En Madrid, prácticamente todo el espacio estaba ocupado por la exposición permanente y las oficinas. El edificio tenía una urgente necesidad de mantenimiento y, a pesar de las periódicas desinsectaciones, sufría numerosas y diversas plagas. Además, al no disponer el Museo de técnicos y especialistas durante décadas, las colecciones necesitaban de atención urgente para su conservación y restauración. El traslado, al menos, ha servido para la limpieza, restauración y eliminación de las plagas que sufrían buena parte de los fondos del museo.
En la nueva sede del Alcázar toledano, sin embargo, el Museo va a disfrutar de una extensa parcela que incluye, además de una amplia zona ajardinada, dos edificios conectados entre sí. El histórico, destinado a acoger la exposición permanente en sus 19.250 m2 construidos, de los que 14.000 son útiles y albergarán 21 salas de exposición (13 temáticas y el resto de discurso histórico, con 5 recorridos diferentes cada una de estas últimas).
El museo recuperará a partir de ahora su intencionalidad didáctica fundacional. Se trata de explicar la historia de España (no hay muchos sitios en los que se pueda contemplar) y la del Ejército como parte de la misma, pretensión que en la anterior sede estaba seriamente mermada por la excesiva acumulación de fondos y escasez de textos explicativos, entre otras causas.
También podríamos argí¼ir que la historia del Ejército es mucho más que el episodio de la Guerra Civil, que existió, naturalmente. El Ejército ha tenido muchas luces, pero también algunas sombras, y de ni unas ni de otras nos debemos sustraer. Se trata de rendir homenaje a nuestra Historia.
De las salas temáticas, una se dedicará a la historia del Alcázar y otra a la historia del Museo. Los restos arqueológicos encontrados bajo la explanada norte, con una extensión de más de 2.000 m2, se han consolidado y constituyen otra sala temática. El resto albergarán colecciones tan importantes como la de Medinaceli, Romero Ortiz, vexilología, artillería, arma blanca y de fuego, patrimonio etnográfico, documento gráfico, condecoraciones, etc.
El otro edificio, de nueva planta, se dedica a las tareas administrativas (oficinas y zona de control y seguridad) y servicios, e implica importantes mejoras relacionadas con la conservación de las piezas. Cuenta con 5 talleres de restauración dotados de los equipamientos más modernos, con estudio fotográfico, cámara de anoxia (para la eliminación de plagas) y los almacenes visitables. Además, el potencial de difusión aumenta considerablemente al contar con un nuevo centro documental (con biblioteca y archivo), un aula didáctica y un auditorio con capacidad para más de 200 personas. Se dispondrá también de nuevos servicios, como la cafetería-autoservicio o vestuarios, y lo que resulta imprescindible en todo museo moderno: salas de exposiciones temporales en unas dimensiones totales cercanas a los 1.000 m2. Todo ello en una superficie total construida de cerca de 15.000 m2, de los que 14.000 son útiles.
En relación con las acusaciones vertidas por los miembros de la Asociación, en el Ateneo de Madrid y en el artículo ya citado, sobre el control y seguridad de las piezas cabe mencionar que, a instancias de la dirección del Museo, se estableció un procedimiento documental específico para el traslado y se desarrolló una aplicación informática propia que contó con el valioso concurso del Centro Corporativo de Explotación y Apoyo (CCEA) y del Área de Tratamiento de Información (ATI) del Ministerio de Defensa. El control y la seguridad de los fondos durante todo el proceso se pudo realizar de forma permanente y constante, tanto desde Madrid como desde Toledo.
En suma, se puede asegurar que no sólo no se han dividido las colecciones, ni "perdido" piezas. Por el contrario, su número se ha incrementado a lo largo de los años, pues el Museo ha seguido recibiendo nuevos fondos procedentes de donaciones, adquisiciones propias, asignaciones de la Administración y levantamientos de depósitos, y también por peticiones de depósitos a otros museos e instituciones. Las nuevas piezas siempre han servido para dar contenido al discurso museológico y contradice las críticas de la Asociación, cuando afirma que el museo está muerto y que "jamás volverá a estar bajo la mirada de los españoles" (¿por qué no?), como inexplicablemente aseguraba Marchante, un miembro de la Asociación, en el Ateneo.
En el apartado de las medias verdades caben también las constantes alusiones a la "pérdida de valiosas piezas", repartidas entre museos, ayuntamientos, instituciones de todo tipo, etc., dando a entender que han sido distribuidas de manera indiscriminada. A este respecto es necesario aclarar que es una práctica constante y habitual entre todos los museos del mundo la de ceder piezas a otros en concepto de depósito, por un periodo de tiempo predeterminado y renovable. Además, el Museo conserva la propiedad, así como el control y el seguimiento de las condiciones medioambientales de conservación, y se reserva el derecho de levantar el depósito si encuentra razones que así lo aconsejen. De hecho, el Museo del Ejército dispone de un considerable número de fondos en depósito de otros museos e instituciones, varios de ellos del Museo del Prado.
Todos los casos en los que el Museo del Ejército ha concedido un depósito han estado basados en razones de idoneidad, ha contado con el asesoramiento de expertos y se ha iniciado el proceso tras recibir la petición de organismos de reconocido prestigio. Tras la realización del informe preceptivo, se debe aprobar, sancionar y publicar mediante orden ministerial de Defensa. Nunca se ha cedido ninguna pieza seleccionada para la exposición permanente (o sus posibles rotaciones).
Por tanto, el control sobre la pieza está absolutamente garantizado y no es cierto que las colecciones del museo se hayan dispersado, de tal forma que no hay razón para atender la petición de Sánchez García, otro integrante de la Asociación, de "un descanse en paz" para las colecciones del Museo del Ejército, como solicitó en el Ateneo el pasado día 18. Gozan de muy buena salud.
Respecto a las cuatro consignas que machaconamente reiteran los miembros de la Asociación, relativas a la desaparición del Museo del Asedio, del despacho de Moscardó, de la sala de la División Azul y de la Cripta, o las referencias a la desaparición de la exposición pública de algunas piezas, de nuevo se trata de verdades a medias. Ninguno de estos espacios ha desaparecido y en el actual discurso museológico tienen todos cabida de alguna manera, salvo la Cripta que, al no formar parte del Museo quedará fuera del recorrido de visita del público, pero se mantiene con las mismas funciones que venía desempeñando.
Quiero también referirme al nuevo discurso museológico del museo en su sede del Alcázar de Toledo y que también ha sido cuestionado en numerosas ocasiones para comentar que los textos que se han utilizado corresponden a un estudio elaborado por cerca de 80 expertos civiles y militares (catedráticos y profesores de 9 universidades, militares e historiadores de reconocido prestigio, conservadores y técnicos de museos), encargado a tal efecto por la Dirección General de Relaciones Institucionales del Ministerio de Defensa y publicado en tres tomos por el Servicio de Publicaciones del propio ministerio con el título de "Aproximación a la Historia Militar de España". Esta publicación fue prologada por el entonces ministro de Defensa José Antonio Alonso y aceptada por todas las fuerzas políticas por su imparcialidad en el tratamiento de los acontecimientos históricos.
El 18 de enero, en el Ateneo de Madrid, esperaba encontrarme con otro tipo de interlocutor, si bien insatisfecho, pero con capacidad de, cuando menos, establecer un diálogo en el que se pudiesen intercambiar puntos de vista o informaciones entre unos y otros. No en vano, y por su categoría "profesional" y social, se les supone una mínima formación en ese sentido.
Pero visto, lo sucedido en la mesa redonda, donde se me impidió hacer uso de mi libertad de expresión y la cerrada actitud corporativa demostrada por los miembros de la Asociación de Amigos del Museo del Ejército de Madrid presentes en éste y otros actos similares, queda patente y demostrado que estoy equivocado.
Dicho todo lo anterior, emplazo a quien lo considere oportuno a valorar de nuevo todo el asunto, cuando el Museo esté por fin abierto al público. En ese momento, y no antes de la reapertura, el Museo del Ejército, el de siempre, pero adaptado a la imagen y los cánones del siglo XXI, mostrará plenamente su contenido y su continente y, entonces sí, podrá ser razonablemente discutida, criticada o, en su caso, alabada su nueva presentación.
Madrid, enero de 2010.
José Antonio Borrego Serrano.
Coronel de Infantería (r)
Voluntario cultural.
Fuente:
http://www.ateneadigital.es/RevistaAten ... 36_ESP.asp