El D-4-VIGMA nace fruto de la transformación de antiguos aviones de carga ligera CN-235 a una versión dotada de sensores y sistemas que permitieran su utilización como avión de búsqueda y rescate sobre tierra y mar con una dotación reducida. Todo ello en una plataforma con unas características de vuelo propias de un avión turbohélice, con dos motores de media-baja potencia capaz de ofrecer un 60 por 100 del rendimiento que podría dar un P-3 en las mismas condiciones y escenario [sólo hablando de rendimiento, no de capacidades sensoriales-combativas].
La modificación a nivel de equipos supuso la instalación de un sistema de búsqueda optrónica FLIR, radar de exploración de superficie, sistema AIS, conectividad satélite SATCOM, y todo ello integrado en un sistema de combate FITS (Fully Integrated Tactical System), basado en la tecnología del instalado en la modernización del P-3M del Grupo 22. El avión sin embargo no está dotado de ningún sistema de armas, ni de intercambio de datos tácticos (tipo Link 11-16); tampoco de IFF modo 4, ni de sistemas de cifrado de comunicaciones. Este déficit se debe a que en su origen no fue diseñado para operar como un aparato que fuese a ser empleado en operaciones navales, sino con medios de agencias civiles, como Salvamento Marítimo o la Guardia Civil, al ser su misión fundamental la búsqueda y el rescate en la mar. De hecho, los primeros modelos de este tipo de aeronaves fueron entregadas a SASEMAR (Salvamento Marítimo). Todo ello hace que estas aeronaves no puedan ser consideradas de patrulla marítimas (MPA) al no contar con sensores y sistemas de armas asociados a operaciones de guerra antisuperficie y/o antisubmarina.
Si quisiéramos realizar un sencillo símil «naval» que nos permitiera entender las capacidades de esta plataforma respecto al P-3 u otra aeronave de patrulla marítima, podríamos decir que la plataforma D-4 VIGMA se asemejaría a un patrullero clase Serviola, mientras que el P-3 sería una fragata clase Santa María.
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Si bien la opción P-8 a día de hoy es la única que representa un auténtico avance frente a lo ya existente en el mercado de este tipo de plataformas, se contemplan a día de hoy diversas vías en cuanto a las opciones para renovar las flotas de MPA de las fuerzas armadas aliadas, que podríamos dividir en tres corrientes:
— Opción P-8: encabezada por la Armada de los EE.UU., que ya ha renovado gran parte de sus escuadrones MPA (VP) de P-3 por P-8. Esta aeronave ha encontrado nuevos compradores en India, Australia, Nueva Zelanda, Reino Unido y Noruega.
— Opción aviones MSA-VIGMA: denominaremos MSA a aquellas aeronaves tipo C-295 o ATR-72 (similares al D-4 VIGMA), aviones turbohélice de dos motores de menor tamaño y peoresm características de vuelo que un P-3 Orión. Esta opción está siendo contemplada por naciones que no pueden afrontar la opción P-8 por su elevado precio y que han descartado modernizar las plataformas MPA que operaban con anterioridad, como el P-3 o el Breguet Atlantique, y ya ha sido puesta en práctica por naciones como Italia o Turquía y será a la que posiblemente se sume España en la próxima década.
— Opción P-3: ante el elevado coste de la opción P-8 y la pérdida de capacidades asociada a la de aviones MSA-VIGMA, varias armadas, como las de Alemania o Chile, han optado por someter a sus P3-C a procesos de «gran carena» para mejorar su estructura y modernizar sus sistemas de combate. De este modo, esperan seguir operando con la plataforma P-3 Orión, de demostradas capacidades, durante al menos veinte años más.
Si bien España actualmente parece no haber mostrado interés por la opción P-8 por motivos eminentemente económicos (coste aproximado de 200 millones de euros por aparato), parece contemplar la más económica del P-295 a corto o medio plazo. Sin embargo, la reciente reunión de ministros de Defensa de la OTAN de febrero de 2018 finalizó con la firma de un preacuerdo para el desarrollo de una nueva aeronave, denominada M3A (Maritime Multi-Mission Aircraft) por parte de Canadá, Polonia, Alemania, Italia, Francia, Grecia, Turquía y España. Si bien este documento solo fija las bases para la definición de las capacidades que habrá de tener esta plataforma, sin especificar qué modelo se desarrollará, es un paso importante ante la necesidad de contar con medios de este tipo más allá de la opción única del P-8. Este sistema multinacional, que ya fue probado con el avión de combate Eurofighter o con el transporte A400M, se proyectará bajo el paraguas de la OTAN y no se descarta la opción de crear una unidad conjunto-combinada de la Alianza participada por varias naciones, siguiendo los modelos de las unidades E3-AWACS o del UAV GlobalHawk. Esta unidad conjunto-combinada o NATO MPA Squadron, como ya se le ha denominado en algunos documentos oficiales de la Alianza, nacería en respuesta a una necesidad común y permitiría dotar a la OTAN de una unidad adiestrada para aportar sus capacidades en diversos escenarios marítimos. Si bien no se ha definido aún cuál sería la aeronave seleccionada para dotarla, el consorcio Airbus Military ha mostrado su interés en continuar con el desarrollo de una variante MPA de su avión A320neo. Este modelo supondría el contrapeso europeo al norteamericano
P-8 y, dado que en el programa OTAN hay mayoría de países europeos y que varios de ellos tienen un peso importante en el consorcio Airbus (tales como Francia, Alemania y España), es posible que esta opción sea la finalmente elegida.
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La versión de patrulla marítima [del C-295] tiene un antecesor en el P-295 Persuader producido por Airbus Military, con un coste aproximado de 40 millones de euros por unidad, y que es empleado en Portugal, Chile y Omán. Solo Chile ha dotado a sus aeronaves de equipos y capacidad de empleo de armas para misión antisubmarina; sin embargo, durante el año 2017 decidió someter a su flota de veteranos P-3A a un proceso de mantenimiento extensivo para que siga recayendo sobre la plataforma P-3 la capacidad antisubmarina de la Flota chilena, relegando en el P-295 a un rol secundario la capacidad ASW y reservando su empleo táctico principal como avión de vigilancia marítima para operaciones de seguridad marítima y de conocimiento del entorno marítimo (MSO/MSA), al igual que sucede en Portugal y Omán. Este ha sido un claro ejemplo en el que una nación que opera ambas plataformas ha comprobado las grandes diferencias entre ambas aeronaves. El P-295 es un avión bimotor de hélice que no es capaz de desarrollar el mismo empuje que los cuatro motores T56-Allison del P-3, con lo que la diferencia en velocidades, alcances, cobertura de áreas y permanencia en zona es considerable. Grosso modo, un P-295 podría desarrollar el 70 por 100 del rendimiento que puede ofrecer un P-3 [sólo hablando de rendimiento, no de capacidades sensoriales-combativas].
Otra diferencia importante es su escasa capacidad de portar armamento. Mientras que en la bodega de carga de armamento del P-3 se puede transportar hasta ocho torpedos ligeros tipo Mk-46 y armamento diverso bajo doce puntos de anclaje exteriores, en el P-295 solo se dispondría de dos puntos de anclaje exteriores para diversos tipos de armas bajo los planos. Por lo tanto, la versión P-295, aunque pueda estar dotada de lanzador de sonoboyas, equipos de proceso de señales acústicas y detector de anomalías magnéticas, debido a su menor alcance y reducida capacidad de carga de armamento, se convierte más en un avión dealerta temprana antisubmarina en áreas de operación litoral o poco alejado de su base de despliegue que en uno de proyección oceánica con capacidad de combate efectiva.
Volviendo a una comparación naval de ambas plataformas [P-3 y P-295], podríamos resumir este capítulo explicando que el Ejército del Aire propone sustituir una plataforma tipo fragata Santa María por una unidad tipo buque de acción marítima.
A este punto se llega por la falta de alternativas más avanzadas a un coste asumible a día de hoy, unido a un escaso interés del Ejército del Aire por la potenciación de una capacidad marítima alejada de aquellas eminentemente aéreas y más «naturales» que le corresponden, a la vez que la Armada se mantiene ajena a los planes de modernización del Ejército del Aire a pesar del impacto a medio-largo plazo que esta decisión podría tener en la capacidad de la Flota en futuras operaciones.
Por todo ello y en el caso más que posible de que se materialice el programa P-295, las capacidades de la patrulla marítima española sufrirán un retroceso respecto de las que se disponen actualmente, y las capacidades navales que la Armada pueda aportar a la fuerza conjunta serán las más perjudicadas.