ATLATEN
La columna del General Sanjurjo se concentra el día 5 de Octubre al pie del Ulad-Dau para la operación de Atlaten. Un extenso cortado hace que esta posición sea solo abordable por la derecha; una rocosa loma, intermedia entre Ulad-Dau y el cortado, nos ofrece lugar apropiado para proteger la salida.
Durante los primeros momentos, el enemigo, oculto en las huertas, nos dirige sus disparos; despliegan las guerrillas y cruzando entre las casas del poblado ascienden a la loma intermedia; a su abrigo se reúnen las otras unidades, y establecidas en ellas las ametralladoras, se empeña el combate.
Pronto descienden por las rápidas pendientes de la barrancada las secciones de vanguardia, y pasada ésta efectúan la penosa ascensión por entre los peñascos de la cañada; aquí se han de concentrar las unidades de la Legión para preparar el asalto de la posición principal.
Marcha en vanguardia la quinta compañía de la Segunda Bandera, que con rapidez asombrosa va subiendo la gradería de peñascos del acantilado. Cuando se asoman a la meseta las primeras fracciones, entablan empeñada lucha con el enemigo, mientras las demás compañías van cruzando el barranco y concentrándose en lo alto de la cañada.
Al llegar a la cresta, unos soldados conducen el cuerpo inanimado de un oficial; es el Teniente Ochoa; una bala enemiga le había herido en el corazón. ¡Pobre Ochoita, muerto gloriosamente en plena juventud¡
Unos proyectiles de nuestra propia artillería explosiona a pocos metros. El Comandante de la Segunda Bandera queda envuelto en humo; al disiparse éste. Fontanes se encuentra tumbado en tierra; acudo solicito a su lado y con alegría veo que solo es la conmoción de la explosión; tiene sólo ligeras contusiones, pero a su lado yace con una pierna destrozada un viejo legionario.
Después de momentáneo descanso avanzan la primera y segunda compañía a reforzar a la quinta para el asalto; de la guerrilla se retira el Teniente Navarrete, herido de dos balazos en el cuello y pierna; viene suspendido, entre dos soldados.-“¡No he podido llegar, me han herido, me han herido¡â€.- Nos dice.
El asalto se efectúa, y entran en el fortín central los primeros legionarios; pronto las banderas de las dos Banderas ondean en lo alto de la derruida fortaleza; al pie de ellas un negro y atlético legionario de la segunda compañía se encuentra agonizando; mientras por los caminos de Ufxan y valle de Maxin, se alejan numerosos harqueños.
Atlaten es un precioso mirador rodeado de enorme acantilado. Desde el se domina medio Beni-bu-Ifrur y se divisan a lo lejos las antiguas posiciones españolas.
Establecidas las ametralladoras y baterías persiguen con sus fuegos los grupos enemigos.
Tomado Atlaten, la calma reina en todo el campo; solo en la posición, sobre un parapeto, unas cabezas con sus ojos vidriosos nos recuerdan el horror de la guerra. Pertenecen a los últimos defensores de Atlaten, a los que nos ocasionaron las sensibles bajas.
Desde Ulad-Dau apoyaron nuestro avance los Regulares de Ceuta. Es su última acción en este territorio. Días después había de reembarcarse aquel puñado de valerosos indígenas. Estos Tabores habían perdido en dos meses la mayoría de sus soldados. Con dolor vemos marchar a los queridos compañeros, algunos de los cuales habían de encontrar en la otra zona muerte gloriosa.
Ocupado Atlaten en un paseo militar, se conviene la ocupación del antiguo campamento se Segagan; la Primera Bandera, que ha quedado destacada en Atlaten, descuelga unas secciones a ocupar fortines, y la columna entra en el poblado sin ser hostilizada; solo delante, hacia el servicio de protección de los blocaos en construcción, suena algún paco.
A la media hora de encontrarnos en este campamento, una enorme explosión se siente hacia las laderas de Uixan. Una gran columna de humo y tierra se eleva en el espacio nublando el horizonte. El polvorín de las minas había sido volado por los moros; habían sin duda calculado lo que tardaríamos en subir la ladera, pero nuestra permanencia en Segagan les había hecho fracasar en el intento.
El campamento y poblado se encuentran destrozados; los edificios sin puertas ni ventanas, están llenos de escombros y en algunos barracones ha sido quemada la techumbre.
El poblado de San Juan de las Minas parece haber sido respetado; las pequeñas y bonitas barriadas de obreros se ven blancas y alineadas, pero al acercarnos comprobamos el destrozo causado por el enemigo; las puertas y ventanas habían sido arrancadas, destrozando las paredes, y algunos pequeños arboles de sus calles estaban cortados.
Los legionarios des su llegada se han extendido por los poblados de los que traen mil baratijas; platos, cucharas. Sillas, todo lo que los moros habían anteriormente saqueado; un sin número de puertas y ventanas son conducidas al campamento y con ellas se van tapando los huecos de los barracones.
