¡¡¡ La Legión !!!

Ejércitos de tierra de todo el mundo y elementos que los componen

Moderadores: Lepanto, poliorcetes, Edu, Orel

Re: ¡¡¡LA LEGIí“N!!!

Notapor Sven el Dom Ago 10, 2008 4:32 pm

DIARIO DE UNA BANDERA

Hasta el 24 de Junio continúa en Xauen la primera Bandera: los paseos militares se repiten y el servicio de descubierta hacia el rio se convierte por lo extenso y accidentado del terreno en una constante escuela de combate; y sin una agresión van transcurriendo los dí­as de nuestra estancia en Xauen.
Una epidemia de fiebres tifoideas se presenta con carácter alarmantes; muchos de nuestros soldados han pasado al hospital; se toman enérgicas medidas sobre el suministro de agua y una activa campaña sanitaria parece disminuir el peligro; pero al salir en dí­a 24 para el Zoco del Arba, nos vamos con el dolor de dejar en Xauen, gravemente enfermo a nuestro querido médico Valdecasas, a quien no habí­amos de volver a ver.

OPERACIONES EN BENI-LAIT
Cuando llegamos al campamento del Zoco del Arba, reina gran animación; las cantinas y establecimientos inmediatos a la carretera se ven concurridí­simos con la llegada de las columnas. Los Regulares y policí­as se agrupan junto a los cafetines moros, y los claros y laderas del campamento se ven interceptados por los carruajes y cañones de nuestra artillerí­a.
Interminable se hace nuestro paso por en medio de estas tropas, para poder llegar al pequeño y apartado campamento de la segunda Bandera, donde se reúne la Legión a las ordenes de nuestro primer Jefe.
El dí­a 25 salimos, a las órdenes del Teniente Coronel, formando parte de la columna Sanjurjo a la ocupación de Ait-el-Gaba; seguimos con el grueso de la columna; nuestra esperanza de alternar en las vanguardias se va viendo defraudada y los Oficiales marchan tristes y pensativos. Hemos educado a nuestros soldados para ir en los puestos más peligrosos y para ello también se reunió bajo estas Banderas una oficialidad entusiasta y decidida. Los soldados parecen participar de nuestra contrariedad y silenciosos ascienden por las laderas de Beni-Lait hasta entonces refugio de los tiradores enemigos.
Durante la marcha, y cuando llegamos a una cumbre, nos asomamos a un collado. La presencia de unos altos y bien colocados montones de piedras llama nuestra atención. Un soldado de Regulares rezagado en la marcha, se acerca a colocar una piedra sobre uno de ellos; la curiosidad me hace preguntarle. Son los montones que forman los peregrinos de Muley Abd-Es-Selam, cada vez que en su camino distinguen el santuario sagrado. Este dí­a aumentan de tamaño; todos los Regulares han colocado su piedra.
Durante la primera parte de la operación seguimos formados en nuestro puesto. La caballerí­a ha coronado las alturas y con poca resistencia llegamos a la posición. Los aeroplanos vuelan sobre nuestras cabezas bombardeando las barrancadas; una de sus bombas cae a pocos metros de nuestras secciones sin hacerles daño; el enemigo es poco y solo la policí­a en el poblado y los Regulares delante de la posición sostienen combate. En enervante espera, pasamos la mañana.
Al medio dí­a nos destacan en ayuda de la otra columna. Cuando llegamos, el auxilio no es necesario, y al regresar aquella noche al campamento, escuchamos la copla que la ironí­a hace cantar a los soldados:
¿Quiénes son esos soldados
De tan bonitos sombreros?
El Tercio de Legionarios
Que llena sacos terreros…….

Esto es demasiado; para esto no hemos venido por segunda vez a Marruecos, dice un Oficial. Nadie está satisfecho; en el semblante de nuestro Jefe se nota también gran contrariedad; aconseja templanza, ¡Ya llegara el dí­a¡ Pero interiormente todos nos descorazonamos. ¿Qué será de nuestro Credo?
El espí­ritu del legionario no por esto decae. Los soldados siguen con su espí­ritu de trabajo y sacrificio llenando pacientes los innumerables sacos terreros.
El dí­a 27, después de un dí­a intermedio de descanso, sale la Legión con la columna a la operación de Salah. Nuestro puesto no varí­a. Conforme pasan los dí­as nuestra contrariedad es mayor, y al General, en nuestras conversaciones, respetuosamente rogamos un puesto de honor; ir algún dí­a en la vanguardia.
Aquella tarde, para la colocación de un blocao, el General me concede un puesto más avanzado; pero para ir allí­ tengo que prometer no tener bajas. Con esa promesa me separo de mi Teniente Coronel, y haciendo milagros cruzamos la zona enfilada y nos reunimos a los Regulares. El enemigo es poco y nuestro apoyo no es preciso, pero nos dispararon algunos tiros y nos silbaron unas balas.
En la operación de Muñoz crespo, llevada a cabo el dí­a 29, parece aviar la suerte de la Legión. Marchamos en nuestro puesto de la columna cuando una reacción de las gentes del Sucan nos obliga a intervenir en el combate; mientras en las alturas de la izquierda la segunda compañí­a tiene a raya al enemigo, avanza la primera en el frente rechazando a los harqueños, consiguiendo retirar los policí­as caí­dos en la ladera. Varios soldados caen heridos, con el heroico Capitán de la primera compañí­a don Pablo Arredondo. Los balazos que, atravesando sus piernas parecen no tener gravedad, le retienen el año sin curarse; no quiere retirarse, pero sus piernas no le tienen en pie y casi a la fuerza se echa en camilla.
El fuego sigue intenso durante el dí­a y la Legión va alcanzando su nombre. En Buharratz, en aquella misma tarde escribe la tercera Bandera una de las páginas gloriosas de la Legión.
Es ya de noche cuando nos retiramos. A nuestro paso tropezamos varias camillas una de ellas descansa en tierra; es el joven Teniente Garcí­a y Garcí­a de la Torre, del Grupo de Regulares, este pobre chico, herido en el vientre, se ha caí­do dos veces de la Artola, matándose el mulo que lo conducí­a; y le llevan ahora en la camilla dos moros pequeños y poco resistentes que se cansan de su pesada carga. Nos paramos a su lado. El Teniente Coronel González Tablas, allí­ presente, le dirige palabras de consuelo:
-No es nada, adelante; dentro de un mes está usted paseando con el “guayabo”.-Yo no veré más al “guayabo”; el mulo me ha tirado dos veces; mi herida es mortal, pero no importa,- dice el muchacho con una sonrisa triste.- le animamos un poco y encargamos a cuatro legionarios fuertes de su conducción; un sargento con otros ocho escoltan al herido. En las sombras de la noche vemos perderse la camilla con la preciosa carga.
Hacia el fondo del valle, las hogueras de los poblados en llamas alumbran nuestro camino, y bajando la interminable cuesta, al recordar al héroe que marcha en la camilla, pensamos en el dolor del “guayabo”que le espera……..
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Re: ¡¡¡LA LEGIí“N!!!

Notapor CENTURION el Dom Ago 10, 2008 4:42 pm

Hayyyy. Sven,la envidí­a,me corroe, lo que hubiera dado por estar allí­.Que Huevos. :twisted:


Saludos
CENTURION
 

Re: ¡¡¡LA LEGIí“N!!!

Notapor Sven el Dom Ago 10, 2008 5:01 pm

CENTURION escribió:Hayyyy. Sven,la envidí­a,me corroe, lo que hubiera dado por estar allí­.Que Huevos. :twisted:


Saludos

Pienso lo mismo que tu,amigo CENTURION;quien pudiese atravesar la barrera del tiempo :lol:
Un saludo y abrazo Legionario.
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Re: ¡¡¡LA LEGIí“N!!!

Notapor Sven el Lun Ago 11, 2008 4:45 pm

DIARIO DE UNA BANDERA

EN TERRITORIO DE LARACHE

El dí­a primero de Julio, después de dos dí­as de descanso, sale para el FondaK la primera Bandera; allí­ se reúnen con la tercera y el dí­a 2 siguen juntas la marcha al Zoco del Talata en donde se encuentra la columna que ha de efectuar las próximas operaciones.
A las doce de la mañana del dí­a 5, bajo el ardiente sol, salimos a pernoctar a Kudia Umeras; el calor es sofocante y la menor chispa produce grandes incendios en los campos dorados.
El campamento se establece al pie de la posición, después de haber talado los numerosos cardos; la brisa de la noche parece querer compensarnos del sofocante dí­a.
En la operación del dí­a 6 la resistencia enemiga no es grande; a la Legión le corresponde con los Regulares de Tetuán un puesto en el flanco derecho, y al amanecer avanzamos hasta la loma del arbolito, relevando a los Regulares de las distintas posiciones ocupadas en el flanco y sosteniendo durante el dí­a fuego con el enemigo, que nos hace tres heridos.
En el frente, la columna principal mantiene combate más duro y a lo lejos vemos cargar a los escuadrones por las laderas de la loma del Trebol.
En nuestro frente se establece un blocao que queda guarnecido por los legionarios.
Durante la mañana se observa desde muchos puestos una incursión de los moros de los poblados amigos por el frente de la derecha que alejan al enemigo e incendian sus poblados; momentos después densas columnas de humo se elevan en los aduanares en llamas y hacemos la retirada a Umeras y Tasarutan sin ser hostigados.
En este último campamento hemos de sufrir durante cuatro dí­as un calor sofocante. Los soldados se pasan el dí­a metidos en el rio o tumbados a la sombra de los grandes olivos. Un fuego repentino y violento pone al campamento en peligro de ser quemado. Una ola de fuego avanza sobre nuestras tiendas y es necesaria toda la actividad de los legionarios para, armados de ramaje, atajar el incendio y desviar el fuego; solo unas tiendas se han perdido; este dí­a trasladamos nuestro campamento a la zona quemada.
En Rokba gosal, pernoctamos el dí­a 10, en la hondonada anterior a la posición se establece un enorme campamento; en el centro el ganado de las unidades se encuentra formando grandes cí­rculos; las tiendas cónicas, alineadas en cuadro, señalan la situación de las fuerzas peninsulares, y los Regulares y Legión, con sus pequeñas tiendas kaki se pierden en medio del terreno sembrado. En un verde al fondo de la hondonada, entre los almijares de paja, se ve salir cargados como pequeñas hormigas una porción de puntos negros; son los soldados de la columna que preparan sus camas.
En la tarde de este dí­a el General reúne a los Jefes y desde la posición explica la finalidad de la operación y misión en ella de las distintas unidades; enfocamos nuestros gemelos a las lejanas colinas, que se pierden en las brumas de la tarde, y enterados de nuestra misión , descendemos al campamento, que con sus luces nos parece un pequeño pueblo.
Cuando salimos al amanecer del dí­a nos cruzamos con la columna del Coronel Serrano, que con la caballerí­a, ha de cubrir nuestro flanco izquierdo y construir en él unos blocaos. El puesto que ocupamos en la columna tampoco es para nosotros satisfactorio; pero la experiencia nos dice que si hay mucho enemigo; habrá tiros para todos.
Salimos como sostén de los Regulares y les seguimos tan de cerca que nuestra gente entusiasmada desea intervenir.
Unos disparos nos ocasionan varias bajas; el enemigo se ha declarado en huida y la columna efectúa sus asaltos con gran rapidez. En una de las últimas lomas el enemigo resiste atrincherado; nuestra artillerí­a de Montaña coloca allí­ sus proyectiles sin conseguir ahuyentar al enemigo, pero está cerca la infanterí­a de los Regulares que les desaloja terminando la resistencia.
En los barrancos se recogen al paso varios cadáveres; dos legionarios, sacan de entre unas matas a un moro ya anciano herido; sus barbas como de un apóstol inspiran compasión; se le cura y retira en una camilla, muriendo en el traslado.
El avance sigue y nuestras tropas van a intervenir en la acción; la Bandera despliega sobre Bab Es-Sor y mantiene fuego con el enemigo que hostiliza desde las barrancadas y peñascos próximos
En el collado, queda establecida nuestra guerrilla mientras se llevan a cabo las obras de fortificación.
En el barranco, unos legionarios han encontrado en el hueco de un árbol una mora del enemigo. La traen a nuestra presencia. Es una mujer tuerta y fea que desmiente al bello sexo. “¡Que se la lleven al General”, dice nuestro Teniente Coronel. Vuelve rápido la cabeza y exclama:”¡Valla una aparición para un combate¡â€
A las tres se emprende la retirada, quedando una de nuestras compañí­as en la importante altura, desde la que se ve a lo lejos, como una pequeña mancha blanca, las casas del poblado de Tazarut.
Al regresar al campamento lo encontramos invadido de ovejas; durante la operación, un ganado a llegado al pie del campamento; los rancheros y enfermos se lo han repartido, y a la vuelta de la jornada, al bullicio de los soldados, se unen los balidos de los innumerables borregos.
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Re: ¡¡¡LA LEGIí“N!!!

Notapor Sven el Mar Ago 12, 2008 12:12 pm

DIARIO DE UNA BANDERA

Los dí­as siguientes hasta el 15, que se concentraron de nuevo la columna, son empleados en aprovisionar las posiciones y arreglar los pasos para la baterí­a. Aquel dí­a por la tarde, atravesando el llano entre los espigados trigales, vamos a pernoctar a Bad- Es-Sor para emprender la marcha al dí­a siguiente sobre Zoco Jemis.
Al amanecer hemos ocupado nuestro puesto en la columna y después de una gran espera, en que las baterí­as preparan el avance de las tropas de Larache nos adelantamos sin resistencia siguiendo el curso del rio.
En el camino atravesamos un aduar entre un precioso bosque. Es el poblado de los locos y de los gatos. En la puerta de las casas se encuentran algunos moros. Unos nos dirigen miradas recelosas y otros rí­en nuestro paso con risas de idiotas; varios gatos duermen indolentes tendidos en la puerta y todos permanecen pací­ficos bajo los frondosos olivos. ¡Viven de la caridad y los indí­genas les miran con cierto respeto religioso¡ nadie se mete con ellos; por eso permanecen tranquilos a nuestro paso neutrales a la contienda. Varios moros, especie de frailes, les rigen y este dí­a al paso de la columna recogen monedas. En la guerra se practica también la caridad.
El avance por el llano se hace tranquilo, y sólo en la vanguardia se sienten tiros de los montañeses.
La columna hace alto al acercarse a las lomas que rematan por la derecha el llano, y entonces vemos uno de los movimientos más bonitos de la caballerí­a. El enemigo resiste en los poblados de nuestro frente y los indí­genas de la columna se ven detenidos en el avance; los jinetes caracolean y disparan sus armas sin decidirse a avanzar. Es entonces, cuando se ven hacia el fondo, unos caballos moros, que en rápido galope, avanzan por el flanco sobre el enemigo. Son los famosos jinetes del grupo de Larache. Sin detenerse, ocupan por la espalda los poblados que los moros defienden, haciéndoles huir por el fondo de las barrancadas.
En toda la tarde no se borro el grandioso espectáculo de aquella caballerí­a decidida, que puso la más bonita nota en el avance.
Terminada nuestra lenta espera, una orden nos lleva en dirección de las posiciones ocupadas, ascendemos por la empinada cuesta y cruzamos el tí­pico poblado. Todo está en desorden, los libros aparecen tirados y deshojados por la ladera; por los patios se encuentran molinos de mano construidos con grandes piedras, cacharros de barro, lana, granos, esteras sucias, todo lo que constituye el ajuar de estos modestos aduares.
Una estrecha senda nos lleva a la loma de las guerrillas, donde hemos de ocupar un puesto en el combate, pero el enemigo es poco y sólo sostenemos ligero tiroteo.
Regresamos a Bad Es-Sor ya entrada la noche y al amanecer del dí­a siguiente salimos a efectuar una rectificación de posiciones y colocar unos blocaos de enlace. El enemigo no nos hostiliza, y a media tarde emprendemos la retirada a nuestro campamento de Rokba Gozal en el pernoctamos.
Durante el descanso del siguiente dí­a nuestras conversaciones giran sobre el mismo tema. ¿Iremos a Tazarut?... Creemos que sí­. Los últimos avances han dados su fruto. Se ha verificado muchas sumisiones y la situación polí­tica mejora notablemente. Esta noche ha de llegar el General en Jefe, nos acostamos con la esperanza de entrar pronto en las casitas blancas que vimos a lo lejos.
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Re: ¡¡¡LA LEGIí“N!!!

Notapor Sven el Mar Ago 12, 2008 8:07 pm

DIARIO DE UNA BANDERA

CAMINO DE MELILLA

Son las dos de la mañana. En el silencio de la noche escucho la voz del Teniente Coronel que ordena que llamen al Comandante Franco. No era preciso; salí­a de la tienda y me uní­ a él. ¿Su cede algo? ¿Hay que salir?, le pregunto.- Tiene que partir lo antes posible una Bandera para el Fondak. Como no sabemos para qué es ni adonde va, sortear entre vosotros. Lo mismo podéis ir a una empresa guerrera que a guarnecer preventivamente cualquier puesto a retaguardia.
En el sorteo nos corresponde salir a la primera Bandera. Acto seguido se llama a la gente y a las cuatro de la mañana emprendemos la marcha. En el Fondak recibiré nuevas instrucciones.
Un misterio inexpugnable rodea nuestra salida. Nadie sabe donde nos encaminamos. Unos creen que se trata de efectuar una operación en Berder, otros que vamos nuevamente a la costa de Gomara. Yo, sin saber porque, pienso en Melilla. Hace dí­as que se dijo en el campamento que las cosas no iban muy bien; pero lo cierto es que nadie sabí­a nada.
La marcha fue dividida en dos jornadas. A mitad del camino descansamos en unos bosques próximos a Al-Yhudi, en el que el rio nos facilitaba la aguada y podí­a bañarse la tropa. La marcha se lleva descansada, con altos frecuentes que nos permiten llegar, ya avanzada la mañana, al lugar señalado para el reposo. Bajo los árboles se condimentan los ranchos en caliente. Los legionarios se bañan, y después de pequeña siesta sale la Bandera, a las tres, camino del Fondak.
La falta de guí­as hace que nuestra vanguardia tome la pista. Es ya acontecido y el Fondak no se vé. Un auto ligero pasa y nos explica que llevamos el camino largo de la pista, que aun tenemos varias horas de marcha. Nos tenemos que resignar a seguir el largo camino. Acortamos el aire de marcha, los descansos son más largos y frecuentes y por fin vemos a lo lejos la luz del Fondak.
La tropa rendida, permanece sentada a los costados de la carretera. La jornada ha sido terrible y necesita largo reposo. Después de mil vueltas aparece el Oficial que se adelanto con las cocinas y el convoy; los ranchos todaví­a tienen que condimentarse y en la posición las tiendas nos esperan sin armar; no las utilizamos. La tropa vivaquea y a los pocos momentos duerme tendida en las cunetas.
Durante la noche el teléfono suena persistente; es preciso seguir a Tetuán, llegar al amanecer. ¡No es posible¡ la gente no puede más y necesita descanso. Se quedarí­a media Bandera reventada en el camino. Llegare lo antes posible. A las diez de la mañana estaré en Tetuán.
A las tres y media se toca diana, hay que despertar uno a uno los soldados que, rendidos, permanecen sordos a la corneta y antes del amanecer descendemos por el desfiladero.
Nos han comunicado que vamos a Melilla, pero ignoramos lo sucedido. Pensamos sólo en una intensificación de las operaciones en aquella zona y que nos llevan como refuerzo; Oficiales y tropa marchan contentos olvidando los kilómetros que llevan de recorrido, y a las diez menos cuarto desfilan los legionarios por las calles de Tetuán.
Al formar la tropa en la entrada de la ciudad un paisano nos da la terrible noticia: “en Melilla ocurrió un desastre y el General Silvestre se ha suicidado”. Nuestra indignación es grande al oí­r estas palabras y obligamos a callar al caballero, que dando explicaciones se aleja, asegurando se lo han dicho la noche anterior en el Casino Militar de Ceuta.
Minutos más tarde, en la estación, nos confirman la noticia. Ya no es posible dudar; la oí­mos de labios muy autorizados; sin embargo, creemos en la posible exageración. Tenemos que esperar hora y media antes de efectuar el embarque. Horas interminables. Ya desearí­amos estar en Melilla, conocer la verdad, ser útiles.
Por Ceuta pasamos rápido; solo nos detenemos el tiempo necesario para reparar las pequeñas faltas, consecuencia del periodo activo de operaciones, y para dar tiempo al embarque del material y ganado. Al atardecer, con unos aires españoles, desfilamos por la población camino del puerto donde nos espera el “Ciudad de Cádiz”.
Las noticias que recibimos antes de la salida son muy pocas. Se sabe que ha habido un gran desastre, que del General Silvestre no se tienen noticias y que el General Navarro organiza la retirada. ¡ Ya no se supo más¡ . La música toca la Marcha de Infantes; el Comandante General llega, y con emoción escuchamos las palabras y cariñosos consejos del veterano soldado. Estrecha nuestras manos y se despide del Ilustre General a quien tanta gratitud debe nuestra Legión.
El General Sanjurjo viene con nosotros como Jefe de la expedición, pues aquella noche han de embarcar también para Melilla dos Tabores de Regulares de Ceuta y tres baterí­as de montaña con abundantes pertrechos.
La sirena del barco anuncia la salida; los músicos lanzan al aire las notas de sus himnos, los soldados entusiasmados cantan y los vivas a España se pierden al alejarse el barco camino de Melilla.
Por fin llega para nuestros soldados el descanso tan necesario. Llevaban dos noches sin dormir apenas y en dí­a y medio habí­an recorrido más de cien kilómetros.
A la hora de la cena nos sentamos juntos. El General preside nuestra mesa. Las conversaciones giran sobre el mismo tema: ¡Melilla¡ Pero ninguno supone las proporciones del desastre. Sentimos en nuestros corazones la presión del dolor patrio y nos parecen pasar lentas las horas que nos separan de nuestro destino.
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Re: ¡¡¡LA LEGIí“N!!!

Notapor Sven el Mié Ago 13, 2008 7:19 pm

DIARIO DE UNA BANDERA

EL TERRITORIO DE MELILLA
LA LLEGADA

El cansancio de los dí­as anteriores contribuye a nuestro descanso y está muy avanzada la mañana cuando salimos de nuestro camarote; la travesí­a es hermosa, el barco no se mueve y nuestro pensamiento vuelve a girar sobre el mismo tema: ¿Legaremos a tiempo?.... ¿Repararemos lo sucedido?.....
Sobre la cubierta damos los buenos dí­as al General. Este ha recibido más noticias; los radiotelegramas recogidos por el barco durante la noche dicen poco más de lo que sabemos, pero se acaba de recibir un radio del Alto Comisario que dice: “Forzar la marcha todo lo posible”. Y pregunta: ¿Cuándo llegaremos? Vamos a toda máquina y se llegara a eso de las dos.
Pasamos el tiempo sentados sobre cubierta pensando en nuestra llegada; cogemos el tren para ir a las lí­neas avanzadas, y hacemos cálculos sobre los lugares probables donde se habrá rehecho la columna. Es dí­a festivo y nos avisan para la Misa; a ella asistimos, pero nuestro pensamiento vuela lejos, detrás de la columna que se retira.
Un nuevo telegrama ordenándonos ir más deprisa nos inquieta grandemente. ¿Qué situación es la que esta zona que por minutos se requiere nuestra presencia? El Capitán del barco nos dice que no puede andar más. Vamos a toda marcha; remontamos el cabo Tres Forcas y pasamos cerca de la costa arenosa y cortada; ni un árbol pone en ella una nota de vida…. Solo a lo lejos blanquean al sol las casas de la ciudad vieja.
La muralla del puerto aparece llena de gente; la ciudad alta se ve también coronada de pequeños puntos blancos. Ya se distinguen las figuras, una nube de pañuelos se agita en el aire como aleteo de palomas blancas, y conforme el barco se acerca vemos más claramente la aglomeración de gente.
Una sección de Carabineros y una música se encuentran en el desembarcadero. Un oficial joven con una banderita española, parece dirigir una agrupación de paisanos, y la música bate marcha. Los legionarios, que desde que se ve la ciudad están sobre cubierta, audaces, han trepado a los palos del buque y otros de los cabos y escalas aparecen encaramados como grandes racimos. Las banderas y banderines se agitan en lo alto; nuestra música entona la Madelón y los legionarios cantan poniendo toda el alma en la canción.
Una gasolinera se acerca al barco, sube un ayudante del Alto Comisario y nos da la terrible noticia: “De la Comandancia General de Melilla no queda nada; el Ejercito derrotado; la plaza abierta y la ciudad loca, presa del pánico; de la columna de Navarro no se tienen noticias; hace falta levantar la moral del pueblo, traerle la confianza que le falta y a este fin todas las fantasí­as serán pocas.
El dolor nubla nuestros ojos, pero hay que reí­r, que cantar, las canciones brotan; entre vivas a España el pueblo aplaude loco, frenético, nuestra entrada.
Jamás impresión más intensa embargo nuestros corazones; a la emoción dolorosa del desastre se une la impresión de la emoción del pueblo traducida en ví­tores y aplausos. El corazón sangra, pero los legionarios cantan y en el pueblo renace la esperanza muerta.
El Teniente Coronel, subido en la borda del barco, saluda al pueblo de Melilla y les dice con palabras vibrantes y entusiastas, que llevan la tranquilidad perdida, que aquí­ está el heroico Sanjurjo que es la mejor garantí­a de éxito de la empresa. Sus palabras se acogen con clamorosas ovaciones; los vivas se suceden; y el pueblo se desborda en entusiasmo.
En el mayor silencio desembarcan los legionarios; con la música y bandera en cabeza, desfilan los peludos de Beni-Aros y en la columna concentrada recorren el pueblo entre los ví­tores de la muchedumbre. Los balcones se llenan, los aplausos se repiten, y las mujeres lloran abrazando a los legionarios.
Al paso de las Banderas se escuchan mil comentarios: “Ahí­ va Millán Astray, mí­ralo que joven. ¡Estos son soldados¡ Que negros y que peludos vienen. Mirar a los Oficiales qué descuidados, con sus trajes descoloridos, huelen a guerra. ¡Estos nos vengaran¡â€.
Una madre llorando pide que le busquen a su hijo que tiene en el campo, y al pasar por los barrios se desborda el entusiasmo popular; cigarros, frutas, refrescos, todo es para los legionarios.
Las Banderas se separan a guardar la Plaza; la segunda sube la cuesta de Rostrogordo, y la nuestra emprende el camino de los Lavaderos.
Horas después llegan los Regulares a las ordenes del heroico González Tablas; el recibimiento es algo frio; la gente ignora el merito de estos soldados indí­genas que pelean por España; la mal llamada traición de los Regulares de Melilla hace que inspiren desconfianza; muy pronto prueban lo contrario.
Estos dí­as habí­amos de recibir las emociones más grandes de la vida militar, y nuestros corazones lloran la derrota; los fugitivos a su llegada nos relatan los tristes momentos de la retirada; las tropas en su huida, las cobardí­as, los hechos heroicos, todo lo que constituye la dolorosa tragedia; Silvestre, abandonado, Morales muerto, soldados que llegan sin armas a la Plaza; Zeluan se defiende. Nador también. Son las noticias que traen estos hombres en los que el terror ha dilatado las pupilas, y que nos hablan con espanto, de carreras, de moros que les persiguen, de moras que rematan a los heridos, de lo espantoso del desastre. Llegan desnudos, en camisa, inconscientes, como pobres locos.
La noche pasa tranquila; solo el servicio avanzado ha ido recogiendo a los fugitivos.
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Re: ¡¡¡LA LEGIí“N!!!

Notapor Sven el Jue Ago 14, 2008 6:33 pm

DIARIO DE UNA BANDERA

LOS PRIMEROS DIAS

Al amanecer, un automóvil se adelanta por la carretera. El servicio no puede detenerlo; en el va el General Sanjurjo. En la Segunda Caseta conferencia con los moros de los poblados, a los cuales sorprende la inesperada visita. A su regreso, para breves momentos en el campamento y marcha a conferenciar con el General Berenguer para la operación de aquel dí­a.
Al medio dí­a una columna compuesta de Legionarios y Regulares ascienden por las laderas de Taguel Manin y Alt Risa; con ella marchan los indí­genas de los poblados próximos a la Plaza; mientras establecen las posiciones, los moros esperan recelosos, sus mujeres y ganados han sido internados en el Gurugú; pero antes de retirarnos les vemos regresar a los aduares. Las posiciones se establecen muy rápidas y en ellas quedan compañí­as de la Legión.
Al mismo tiempo que se ocupan estas posiciones una sección avanza cautelosa por la cuneta de la carretera y ocupa, sin ser vista, el fortí­n de Sidi Musa.
Al regresar esta noche cruzamos por la población Regulares y Legionarios; los Jefes en cabeza juntos, y los soldados, uniendo sus filas, han constituido una gran columna de a ocho. Así­ desfilan ante el pueblo los que hermanados combaten.
En los primeros dí­as han llegado a la Plaza algunos Batallones; el de la Corona y un Tabor de Regulares se encuentran desde el primer dí­a en el Zoco del Had. El fiel Abd-el-Kader habí­a pedido el auxilio de tropas para evitar el levantamiento de sus gentes. Todos sentimos gratitud hacia el noble caid, nuestro enemigo leal el año 9, que en momentos difí­ciles ha confirmado su fidelidad.
El dí­a 26 avanzamos la columna de Regulares y Legionarios, ya mermada con los destacamentos, en dirección a Sidi-Hamed-el-Hach y el Atalayón. La columna rápida y sin disparar un tiro se posesiona en las antiguas posiciones. Los Legionarios ocupan la loma que de Sidi-Hamed se extiende hacia Nador; los Regulares, en el flanco derecho, dan vista al Gurugú.
Recibimos la orden terminante de no alejarnos y de permanecer en esta loma cubriendo el servicio mientras se fortifica Sidi-Hamed. Desde ella se ve perfectamente el poblado de Nador. Numerosos grupos rodean la Iglesia, el pueblo arde; de la fábrica de Tabacos y estación, se levantan densas columnas de humo; otras casas han sido pasto de las llamas, y por los caminos del llano se alejan con el botí­n los mulos cargados.
En una casa algo más alta y próxima al mar, vemos brillar un heliógrafo; avanzamos hasta el extremo de la loma. La orden de no alejarnos nos detiene ¡Pero estamos tan cerca¡ Pedimos ir; nos repiten la orden de no avanzar más, de aguantarnos mientras se termina la fortificación.
En la posición hablamos con el General; con el está nuestro Teniente Coronel. Le pedimos ir al poblado, llevar socorro a los que se defienden. El General participa de nuestra emoción; también él desea ir a Nador, pero hace falta guardar la Plaza, defenderla, y estamos solos. ¡En la guerra hay que sacrificar el corazón¡
El Teniente Coronel me lleva a un lado. He pedido, me dice ya que no podemos ir a Nador, mandar una Compañí­a, una sección, algo que les de ánimo. Y no puede ser. Tengo esperanza que permitan enviarles ocho hombres con los moros del vecino poblado, a llevarles ví­veres y medicamentos. ¿Habrá muchos voluntarios para la empresa? '' Desde luego muchí­simos, le contesto. Preguntaremos a los que están aquí­ sin desplegar.
Nos acercamos a los sostenes; se aproximan los soldados y el Teniente Coronel les habla: “Allí­ están sitiados los defensores de Nador; hemos pedido ir en su socorro, pero las necesidades de la campaña no lo permiten; he pedido mandar una Compañí­a, una Sección, algo que les de ánimos y alivio, sin resultado. Lo único que nos conceden es que vayan unos cuantos soldados con dos moros a llevarles ví­veres y quedarse allí­; la empresa es arriesgada; los que vayan seguramente no llegaran, tal vez mueran todos. Si hay alguno de vosotros que desee ser de la empresa, que dé un paso al frente”. No termino la frase. Los soldados han dado todos un paso hacia adelante….. “¡Gracias¡â€….. El teniente Coronel se abraza al más próximo; sentimos honda emoción. ¡Así­ queremos a los legionarios¡
La empresa por fin, no se lleva a cabo. Los moros del poblado no se atreven a ir. Creen que no podrán llegar, y a los legionarios solos no se les deja.
En Sidi-Hamed ha quedado destacada la quinta Compañí­a; las fuerzas de la Legión, se reducen esta noche a una Compañí­a de Infanterí­a, otra de ametralladoras y la Compañí­a de Deposito.
El dí­a 28, se lleva el convoy a Ali Alsa y Taguel Manin, sosteniendo fuego con el enemigo, y son relevadas las compañí­as de legionarios que guarnecen estas posiciones.
En este dí­a, ha sido atacada la posición de Sidi-Hamed por el enemigo, y han sido heridos muy graves el Teniente Marcos de ametralladoras; el Sargento alemán Heine y un soldado. Un convoy con dos escuadras, que habí­a bajado a la plaza desde la posición, fue atacado igualmente por el enemigo causándole varias bajas.
Al dí­a siguiente sale de nuevo la columna a Sidi-Hamed, para la colocación de unos blocaos y evacuar a los heridos.
Los puestos ocupados son los mismos que los del dí­a de la toma de la posición; nuestras guerrillas se extienden hacia Nador, entablando combate con el enemigo.
En lo alto de las lomas de Nador se ve movimiento de moros. De allí­ se destaca un núcleo de jinetes, que en correcta formación, parecen venir hacia el combate. Nuestras ametralladoras, preparadas, esperan en silencio; cuando han entrado en la zona eficaz de tiro, rompen el fuego sobre ellos y en pocos minutos, el fantasioso escuadrón se deshace y huye a la desbanda en dirección a los barrancos. El fuego continúa y nuestra Compañí­a de Deposito se porta bravamente.
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Re: ¡¡¡LA LEGIí“N!!!

Notapor Sven el Vie Ago 15, 2008 11:27 pm

DIARIO DE UNA BANDERA

SIDI AMARAN, FRAHANA Y CONVOYES
MES DE AGOSTO

La retirada la efectuamos al abrigo de las posiciones, ligeramente hostigados.
Durante el mes de Agosto las salidas son casi diarias; el aprovisionamiento de las distintas posiciones requieren la presencia de la columna y librar combate con el enemigo.
Los Regulares y Legionarios, sirviendo de vanguardia a las distintas columnas, trepan por los peñascales de las vertientes del Gurugú y en ellos se sostiene empeñada lucha. Como un chorreo, van disminuyendo los efectivos de nuestras unidades.
La posición de Sidi Hamed es constantemente atacada por el enemigo; al fuego de fusilerí­a se une el de cañón que dirige desde las lomas de Nador y picos del Gurugú; una compañí­a de Legionarios y otra de lí­nea guarnecen la posición y es jefe de la misma el Comandante Arias, del batallón de Toledo. Solo alabanzas hemos oí­do de las cualidades militares y dotes de mando de este jefe que defendió la posición de Sidi Hamed de los intensos bombardeos y duros ataques enemigos. El mando atendiendo a sus cualidades relevantes, le mantuvo en el puesto hasta la toma de Nador.
Todas las unidades de la Legión pasaron por este destacamento y muchí­simos son los legionarios que se distinguieron en su defensa; un dí­a es al extinguir el incendio del depósito de municiones alcanzado por las granadas enemigas; otro, en salir a recoger el material de los mulos muertos a la entrada de la posición y enfilados por los moros. Hoy a un soldado le lleva la cabeza un proyectil; mañana otro herido que no quiere que le evacuen.
Un corneta, en el parapeto avisa con un punto los disparos de artillerí­a enemiga y al momento todos se guarnecen en los abrigos.
Así­ se vive en Sidi Hamed con el agua tasada y el convoy cada tres dí­as.
Solo Manolo, el valiente cantinero, visita a diario la posición; los legionarios le conocen, él les lleva el correo y las frescas sandias con que aliviar la sed; es portador de encargos, y a menudo atraviesa las zonas enfiladas para llegar a la posición; una tarde le hirieron gravemente al compañero; otro dí­a le matan a la caballerí­a; pero él visita los puestos avanzados y ni un solo dí­a les falta su correo.
En uno de los convoyes a Sidi Hamed el enemigo nos prepara una fuerte emboscada. Es el dí­a 8 de Agosto; ale efectuar el paso por la Segunda Caseta y cuando toda la Legión ha entrado en el camino, una nutrida descarga hecha sobre nuestros caballos nos sorprende. Al momento la fuerza se ha tendido, y rompe el fuego sobre las peñas y chumberas de la barrancada; los Legionarios y Regulares, rápidos, escalan las laderas y el enemigo huye escarmentado; el fuego ha sido intenso, pero milagrosamente sólo nos han matado un perrito.
A las cuatro de la mañana del dí­a 15 la columna del General Sanjurjo se concentra sobre la carretera de Hidun. Los escuadrones de Húsares marchan en vanguardia. Después de media hora, en que esperamos la concentración, subimos la carretera de la posición. Desde esta, el General nos explica el objetivo de la operación y la misión de cada uno; los escuadrones despliegan ocupando las lomas a la izquierda de Ismoar a donde nos dirigimos.
Un Tabor de Regulares, saliendo del Zoco del Had, ha de avanzar por la izquierda hacia Sidi Amarán, mientras nosotros nos concentramos a vanguardia, detrás de la cortina de protección de la caballerí­a.
Al llegar a las lomas de Ismoar la caballerí­a, pie a tierra, se encuentra desplegada; llevamos orden de esperar a colocar las baterí­as junto a la posición para reanudar en avance.
A la izquierda, vemos avanzar a los Regulares sobre unos grupos de chumberas; detrás de la cerca que las rodea, se oculta numeroso enemigo; establecemos nuestras ametralladoras para apoyarles. Los Regulares se adelantan, y si esperar a las baterí­as, nos lanzamos al frente, desbordando al enemigo y ayudándolos. Los moros huyen y dejan en nuestro poder algunos muertos.
El avance resulto precioso. Como si se tratase de un ejercicio, avanzaron por las dilatadas lomas las guerrillas seguidas de cerca por sus sostenes, coronaron la lí­nea de altura y, formando un extenso arco, se estableció la lí­nea del Garet al mar.
El enemigo hostiliza en todo el frente, pero en unas ruinas en el extremo derecho de la lí­nea, el combate es más empeñado; el terreno es muy quebrado y los moros están próximos. Hacia las once de la mañana el enemigo, aprovechando lo quebrado del terreno y oculto en unas casas que hemos dejado a retaguardia, efectúa enérgica reacción por el flanco de nuestras ametralladoras, llegando hasta pocos metros de las maquinas. Los ametralladores se defienden valientemente; el enemigo es rechazado, pero sobre una de las maquinas muere gloriosamente el bravo Teniente Valero; dos muertos y ocho heridos se encuentran caí­dos entre las ruinas y tres de los enemigos han quedado entre los peñascos.
La situación durante el dí­a es buena en todo el frente.
Al medio dí­a consigo autorización del General para castigar los poblados de que partió la reacción desde los que el enemigo nos hostiliza. La empresa es difí­cil y bonita; a nuestra derecha el terreno desciende en forma quebrada hasta la playa y al pie se encuentra una extensa faja de pequeños aduares. Mientras una sección, rompiendo el fuego sobre las casas, protege la maniobra, se descuelga otra por un pequeño cortado y rodea los poblados en los que, al fin, se adentra. Las llamas se levantan de los techos de las viviendas y los legionarios persiguen a sus moradores.
El enemigo trata de molestar la retirada. Dos soldados, entretenidos en la razzia, se quedan alejados del grueso de la tropa, que se aleja a retaguardia. De pronto se encuentran entre dos fuegos de los dos bandos, ocultos entre la arena, se libran de sus efectos, pero cada vez que intentan levantarse, moros y legionarios les dibujan con sus disparos. Desde arriba les vemos perfectamente, y solo cuando nuestro corneta, tocando alto el fuego consigue llamar la atención de la sección de razzia, se puede retirar a los soldados.
El repliegue general de la Legión se efectúa en perfecto orden; a los últimos soldados que se retiran les envuelve una descarga de nuestras baterí­as; sólo uno de ellos es ligeramente herido; siguen con calma y al terminar la operación obtenemos la felicitación del General en Jefe.
El dí­a 23, ya se habí­a incorporado nuestro Teniente Coronel y formando parte de la columna Sanjurjo se efectúa una operación en el barranco de Frajana, a las inmediaciones del Zoco del Had. Cuando nos acercamos se hace sentir el paqueo enemigo; las baterí­as ligeras se establecen y al estampido de los cañones siguen las explosiones de los proyectiles; en las barrancadas los arbolados se cubren de belloncitos blancos y los Regulares se pierden por el pendiente sendero del poblado.
Los tiros de uno y otro bando se multiplican, barranco arriba vemos correrse la Bandera Española que tremola en la vanguardia uno de los moros de Regulares, pero muy pronto desaparece del campo de nuestros gemelos.
En el fondo del barranco se destaca un caballo blanco. Es el del Teniente Coronel de Regulares que avanza con sus unidades. Por la cuesta suben perezosamente una camilla. Con los gemelos distinguimos las botas de un Oficial. Al acercarnos se detiene; es un Alférez que viene herido; al preguntarle por la herida se levanta y rí­gido nos saluda. ¡Qué madera de militar la de este Alférez de complemento, que voluntariamente combate a las ordenes de González Tablas.
Ya le corresponde el puesto a la Legión; una compañí­a cruza el barranco y se pierde entre los arboles del arroyo; un rato después coronan la próxima meseta; sus uniformes kakis se pierden entre las piedras de las lomas ocres.
Al cruzar la barrancada, un paso difí­cil detiene a las acémilas; en pocos minutos la sección de zapadores ha arreglado el camino y pronto truenen en la meseta los disparos de las ametralladoras. El enemigo se mantiene alejado; hostiliza débilmente.
En el convoy a Sidi Hamet el Hach, el dí­a 28 toma parte un tren blindado. El enemigo se presenta como en dí­as anteriores, hostilizando vivamente a las fuerzas de protección; de Nador se acerca bastante enemigo, cuando siguiendo la ví­a se adelanta el tren con precaución; a su paso se levanta numeroso enemigo, que es batido por nuestras ametralladoras que previamente han enfilado los pasos. La sorpresa causada ha sido grande y las bajas enemigas muchas.
El dí­a transcurre sin episodios. El convoy ha entrado en la posición y se mantiene a raya al enemigo; solo hacia Nador la presencia del tren blindado ha llevado a muchos grupos.
Al recibir la orden de retirada, la compañí­a más avanzada adelanta unos soldados en dirección al tren para que se retire; este empieza su retroceso y la unidad se repliega al abrigo de la Tercera Caseta.
Esperamos unos minutos y el tren no llega. ¿Habrá tenido averí­a, le habrán levantado la ví­a a su retaguardia?........ Las lomas antes ocupadas por nuestras tropas se coronan de enemigo; las balas silban; al galope sale un ordenanza a detener la retirada.
El enemigo se ha metido entre el tren y nosotros. Unos ordenanzas salen por la playa; el fuego enemigo les mata los caballos y, tumbados en tierra, se defienden a tiros. Del Atalayón avisan que por la carretera de Nador se acerca numeroso enemigo. A unos cientos y pico de metros los moros aparecen en las cunetas de la carretera; los fogonazos de los disparos se suceden, y una sección nuestra, parapetada en el terraplén de la ví­a, avanza sin ser vista sobre ellos. Solo les separan breves pasos; los Legionarios se arrojan bravamente sobre el enemigo que, sorprendido, huye, y el tren que llega rompe sobre ellos su nutrido fuego. La sección sube en el tren y la masa negra y acerada aparece en la Tercera Caseta.
El enemigo sigue hostilizando, peros se ve detenido por el fuego de nuestras posiciones; mientras nosotros por la orilla del mar nos retiramos rápidos.
Al dí­a siguiente unos prisioneros evadidos nos confirman nuestros cálculos sobre las bajas enemigas. Se pasaron la noche junto a los moros buscando con faroles los muertos en el combate, y cuando regresaron a Nador, cerca del amanecer, golpearon a los prisioneros que allí­ habí­a.
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Re: ¡¡¡LA LEGIí“N!!!

Notapor Sven el Sab Ago 16, 2008 8:35 pm

DIARIO DE UNA BANDERA

LOS BLOCAOS

Las noches pasen tranquilas en el sector de nuestro servicio. El enemigo no hostiliza nuestros puestos, y solo a lo lejos se siente el cañón del Gurugú y los pegajosos pacos de los blocaos.
En la noche dl 30 de Agosto el “pa-cun”retumba constante en dirección a Taguel Manin; algún blocao o posición debe ser atacada. Al acercarnos al extremo de nuestros servicios, el fuego sigue con la misma intensidad; a los sonoros pacos suceden descargas de fusilerí­a. Los reflectores, a lo lejos alumbran el monte, enfocando las vertientes del Gurugú y el blocao Mezquita; al fuego de fusilerí­a se unen las detonaciones de las bombas de mano…., unos tiros sueltos; a estos sucede un periodo de calma.
Cuando intentamos dormirnos, se recrudece el ataque; son las tres de la mañana, las descargas vuelven a repetirse y los disparos del enemigo se suceden durante largo rato; unos disparos más y la noche vuelve a su silencio.
Nuestro Teniente Coronel habla con el General y a las cuatro de la mañana nos encontramos formados en el frente de Mezquita; allí­ nos reunimos con los Regulares, y organizada la columna, ascendemos por las pendientes laderas de Taguen MAnin.
El enemigo, desde el poblado, nos dirige algunos disparos; la columna sigue por el pie de la posición en dirección al blocao; cruzamos la vanguardia por encima del aduar y, cuando atravesando una casa mora, salimos cerca del blocao, nos reciben con una descarga. “¡No tirar¡…¡eh¡â€, gritamos avanzando. Por un agujero del parapeto, un grupo de moros se arroja barranco abajo y es perseguido por un grupo de Legionarios.
En el blocao reina el mayor desorden, dos cadáveres de un sargento y un soldado yacen apuñalados entre los sacos; un reloj colgado en la pared marca la hora; municiones, libros, panecillos, ví­veres, una botella de coñac, todo está revuelto en el reducido espacio. Entre los sacos, una maleta ostenta en un costado un nombre de oficial. En la salida encontramos un soldado muerto caí­do sobre las alambradas; más tarde, otros tres cadáveres aparecen en dirección a la posición. El doloroso cuadro nos lo explica todo.
¿Qué será del oficial, que suerte les habrá cabido a los otros defensores? Reconocemos los alrededores sin resultado. Preguntamos a la posición y allí­ les encontramos.
El oficial baja a ver al General.. Trae el traje roto, de su paso por la alambrada. Inconsciente, cuenta a todos su trágica noche. El General le interroga. Le vemos alejarse, y sentado sobre una piedra, con la cabeza baja, empieza su confesión. Cuando se levanta el General, está muy contrariado. “¡Desgraciado¡â€, exclama.
Cuando abandonaron el blocao, quedaban en él el sargento herido y un soldado de cuota, se portaron muy bien. Ninguno de los dos quiso retirarse.
Una ola de pánico habí­a, sin duda, pasado por aquellos hombres, que corrieron más peligro en abandonar el blocao que habiendo extremado su defensa. Dí­as más tarde este Oficial puso trágico fin a su vida.
Se ha fantaseado tanto sobre este hecho que, solo por ello, inserto en este capí­tulo el triste episodio de que fui testigo.
El fuego dura casi todo el dí­a. Las compañí­as sostienen tiroteo y, arreglado el blocao por los ingenieros, queda desde este dí­a guarnecido por un cabo y quince Legionarios.
En el avance y fuego durante el dí­a, tuvimos un soldado muerto y seis heridos.
Este blocao, conocido desde entonces por el blocao de la Muerte, ha sido en las siguientes noches objeto de los ataques enemigos; su situación molestaba tanto a los moros durante el dí­a, que trataron de obligar a su abandono.
Aprovechando la oscuridad de la noche y lo difí­cil del terreno, le arrojaban granadas de mano intimidándoles al abandono. “¡Que dejaran los fusiles y les dejarí­an salir¡”les chillaban. La techumbre iba quedando destruida y entre el montón de sacos los legionarios se defendí­an. Todas las mañanas se reedificaba el blocao y su guarnición era relevada.
Los relevos son indispensables en estos puestos avanzados en los que lo reducido de las guarniciones mantiene sin descanso al soldado, que después de la tensión nerviosa del combate, necesita la tranquilidad reparadora. De este modo tal vez se evita en algún caso, que entre el desaliento en los defensores que saben que con el nuevo dí­a les llegara el relevo.
Otra medida a estudiar es la de dotar a estos blocaos de doble numero de fusiles y evitar así­ los recalentamientos tan frecuentes del arma en los instantes álgidos del ataque. Las granadas de fusil, desconocidas en esta campaña, son también el mejor complemento para la defensa del blocao y posiciones.
Los ataques al blocao. Mezquita solo cesaron cuando lo defendió el cabo austriaco. Herben, hombre valiente e ingenioso. Confeccionó con latas, dinamita y balas, unas rusticas granadas de mano; y en la noche, cuando el enemigo se reunió en el lugar desenfilado de la barrancada para atacarle, salió arrastrándose con su granada prendida, próxima a explosionar, y la arrojo en medio de los atacantes. Un gran estampido seguido de enorme griterí­a y maldiciones fue el epí­logo de los ataques al blocao Mezquita.
No es este solo el blocao que, defendido por legionarios, es objeto de preferencia en los ataques enemigos. Desde el primer dí­a bautizaron los soldados el blocao de Dar Hamed con el sobrenombre de “el malo”; su situación debajo de las laderas rocosas del Gurugú molesta a los moros en sus agresiones y la mayorí­a de las noches es atacado, siendo grande el número de soldados heridos en su defensa o aprovisionamiento.
El dí­a 14 de Septiembre fue relevado el blocao y guarnecido por un oficial con tropas del Disciplinario. Y en la noche del 15 al 16 es de nuevo atacado.
En la tarde de este dí­a el enemigo ha roto sobre él su fuego de cañón desde las laderas del Gurugú; un cañonazo ha caí­do en el blocao y su oficial es herido; el fuego de fusilerí­a es al mismo tiempo muy intenso; el enemigo rodea el blocao y espera conquistarlo.
De la Segunda Caseta avisan al Atalayón que el blocao tiene herido al Oficial y necesita auxilio. El Teniente Agulla, que manda las fuerzas de la Legión, destacadas en este último punto, quiere ir en su socorro; no se lo permiten. Sus hombres son necesarios en la defensa de su posición. Entonces reúne a su tropa y pide voluntarios para ir con un cabo a reforzar el blocao durante la noche. Todos se pelean por ir, entre ellos escoge un cabo y catorce legionarios que ve más decididos; es el cabo Suceso Terrero, cuyo nombre ha de figurar con letras de oro en el libro de la Legión. Saben que van a morir. Antes de marchar, algunos soldados hacen sus últimas recomendaciones; uno de ellos Lorenzo Camps, habí­a cobrado la cuota y no habí­a tenido ocasión de gastarla; hace entrega de las 250 pesetas al oficial; diciéndole: “Mi Teniente, como vamos a una muerte segura, ¿Quiere usted entregarle en mi nombre este dinero a la Cruz Roja?...”
Anochece, cuando llegan al blocao. El enemigo le ataca furiosamente. Dos soldados caen heridos antes de cruzar las alambradas, pero son recogidos. Cuando entran en el blocao encuentran al oficial gravemente herido. Otros soldados están ya muertos.
La noche ha cerrado y el enemigo ataca más vivamente. Un enorme fogonazo ilumina el blocao y un estampido hace caer a tierra a varios de sus defensores. Los moros han acertado sus cañones y bombardean el blocao furiosamente.
En pocos momentos el blocao “El malo”habí­a desaparecido, quedando sus defensores sepultados bajo los escombros. ¡ Así­ se defiende una posición…¡ ¡Así­ mueren los Legionarios por España¡.
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Re: ¡¡¡LA LEGIí“N!!!

Notapor CENTURION el Sab Ago 16, 2008 8:42 pm

SaludosSven:ese cuadro del Teniente Murillo,me parece recordar,lo tengo encima de la cama,siempre me ha rondado,pero el año pasado casi lo consigue por dos veces,Joder con la "Novia" ,que me quiera, pero no tanto....... :twisted:

Viva la Legión,besos a las "Niñas" y patadas a los moros.
CENTURION
 

Re: ¡¡¡LA LEGIí“N!!!

Notapor Sven el Dom Ago 17, 2008 8:14 pm

CENTURION escribió:SaludosSven:ese cuadro del Teniente Murillo,me parece recordar,lo tengo encima de la cama,siempre me ha rondado,pero el año pasado casi lo consigue por dos veces,Joder con la "Novia" ,que me quiera, pero no tanto....... :twisted:

Viva la Legión,besos a las "Niñas" y patadas a los moros.

Bueno amigo mientras sigas festeando con ella y no te cases :lol: todo va bien :wink:
cuidate y un saludo.
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Re: ¡¡¡LA LEGIí“N!!!

Notapor Sven el Dom Ago 17, 2008 9:35 pm

DIARIO DE UNA BANDERA

A TIZZA Y CASABONA

Sigue la columna la carretera de Hidum; deja atrás la posición de Sidi Amarán y extendiendo sus guerrillas por las peladas lomas llega al Garet, posición ocupada por una compañí­a y baterí­a y desde donde se domina el camino a Tizza.
Los harqueños hostilizan desde las lomas próximas. Legionarios y Regulares se encargan de ocupar las alturas y aduares para proteger el paso del convoy. Los barrancos y cañadas son perfectamente vigilados. Las balas silban y el convoy entra sin novedad en Tizza.
Durante el estacionamiento y tiroteo con el enemigo hemos tenido herido al Alférez Villalba de la Segunda Bandera.
A la izquierda, en dirección al Zoco el Had se escucha un vivo cañoneo. Con auxilio de los gemelos distinguimos el convoy de Casabona; sus mulos forman una larga reata que se acerca a la posición; en unos minutos las balas han tumbado a muchos de ellos; les vemos detenerse, vacilar y correr los conductores y acogerse a la posición; poco a poco desaparecen del campo de nuestros gemelos los mulos del convoy; solo dos o tres bestias galopan por la meseta arrastrando su carga.
Hacia la izquierda, en dirección al Zoco, se ve ir y venir como un hormiguero las guerrillas peninsulares. El movimiento de tropas nos indica lo que ocurre, y para allí­ salimos en socorro una Bandera y una baterí­a. Atravesamos el Rio de Oro, subimos la pendiente loma del blocao de la Corona, y una compañí­a de Legionarios, descolgándose por el valle, avanza en dirección del lugar del convoy, cuando llegan, las tropas se han retirado; recogen un mulo abandonado en la ladera y sigue la marcha en retirada hacia Melilla.
Este dí­a no habí­amos combatido solo en este frente. Una sección de Legionarios quedó en el campamento encargada de efectuar el relevo del blocao de Mezquita, hostilizada por el enemigo; es herido el Teniente Salgado que la mandaba.
En el campamento habí­a quedado con los enfermos, los asistentes y rancheros. Al medio dí­a ven que la posición de Ait Alsa es bombardeada por el enemigo que le dirige también fuego de fusilerí­a; en la posición se observa movimiento; unos soldados corren por la ladera. La posición peligra.
El Capitán Malagón toca llamada y reuniendo a los soldados enfermos y rancheros, sale rápido en socorro de la posición. Dos Oficiales llegados aquel dí­a le acompañan en la empresa y pronto escalan los peñascos inmediatos al Barranco del Lobo y llevan a la posición el nuevo aliento. El Capitán Malagón es herido muy grave de dos balazos y el Alférez Cisneros levemente; la tropa ha tenido un muerto y tres heridos.
Este mismo dí­a la primera compañí­a destacada en Sidi Hamed sufre los efectos del intenso bombardeo enemigo es herido el Capitán Franco y cuatro soldados.
En un mismo dí­a la Legión se ha batido y ha derramado sangre en cuatro frentes.
Frente al Zoco del Had y adelantada en la meseta, se encuentra a posición de Casabona. El camino que a ella conduce recorre la estrecha meseta que cae por la derecha al valle de Rio de Oro y por la izquierda termina en las pedregosas y cubiertas barrancadas del Gurugú. Este es el lugar donde el brillante batallón de la Corona escribió una de las páginas más gloriosas de su historia militar.
El paso a aquella posición hace ya dí­as que se ha hecho muy difí­cil; los moros, fuertemente atrincherados, durante la noche, en el flanco izquierdo del camino, obligan para llevar el convoy a sostener duro combate.
El dí­a 8 de Septiembre la Legión y Regulares se trasladan al Zoco de Had para constituir la vanguardia de la columna del General Neila y proteger el convoy a Casabona.
Desde la posición del Zoco, rodeada de espeso muro de sacos, se domina el terreno en el que se ha de desarrollar la acción; en las trincheras enemigas se ve el movimiento de los moros detrás de los parapetos; una tierra removida señala la situación de una nueva trinchera; las ordenes para el avance están dadas y un Tabor de Regulares, a las órdenes del Comandante Ferrer, se separa de nosotros para seguir por el borde de la barrancada de la izquierda en dirección a las trincheras, mientras otro Tabor y la Legión descendiendo por el valle de Rio de Oro, aborda la posición por el flanco derecho.
Establecida una baterí­a en el blocao de la Corona, para desde allí­ proteger el avance de nuestras tropas, nos concentramos sin ser vistos en la cañada., por donde hemos de abordar al enemigo; éste, parapetado en las cercas y trincheras de las viñas, no se apercibe de nuestra proximidad. Una pequeña casa a retaguardia del primer parapeto, parece formar un reducto central y detrás de la misma, nuevas lí­neas de trincheras constituyen la tercera lí­nea de resistencia.
Los Regulares por la izquierda, buscan el contacto con su Tabor; y la Legión, a la derecha, ha de ocupar las cercas y casas en que se encuentra el enemigo.
Las olas de asalto están preparadas, y a una señal de nuestro Teniente Coronel, los Legionarios se lanzan rápidos y alcanzan la primera cerca, mientras unos se corren por los costados a coger el flanco la segunda, otros saltan el parapeto y consiguen llegar a la casa central, arrojando de ella a los moros defensores. Los sostenes que siguen próximos a las guerrillas entran también en el cercado, y con los sombreros en alto, los vivas a la Legión se repiten y la bandera negra y amarilla ondea sobre la pequeña casa mora.
Los moros en su huida han abandonado sus muertos y desde las trincheras y casas del barranco hostilizan, queriendo recuperar la lí­nea perdida; sus empeños son vanos muchos caen y varios moros yacen tendidos delante de nuestros parapetos. El camión blindado, que se inutilizó dí­as antes, se encuentra a pocos metros, ocupado igualmente por el enemigo que desde él nos dirige certeros disparos.
Una sección de la quinta compañí­a, a las ordenes del Teniente Sanz-Prieto, saltando la segunda cerca gana un parapeto, avanzando unos quince metros; una estrecha trinchera le enlaza con la lí­nea por la Legión ocupada; pero se encuentran tan cerca de las troneras enemigas que van cayendo muertos y heridos la mayorí­a de sus soldados.
La segunda compañí­a refuerza este punto; las reacciones enemigas son contenidas y el combate sigue empeñado a muy corta distancia. Los muertos y heridos se multiplican y las bajas del pequeño parapeto avanzado son muy difí­ciles de retirar. Nuestros agentes de enlace toman parte activa en este empeño; pero el terreno esta tan enfilado y el fuego es tanto, que al momento contemplamos a nuestros pies moribundo al bravo Blanes, abanderado de la primera Bandera, el aristócrata granadino. “¡Viva España, viva la Legión¡”dice cuando le llevan.
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Los muertos y heridos se van amontonando detrás del pequeño parapeto. Los balazos en la cabeza abundan y el pobre médico del Rio se multiplica para curarles. A éstos ponerles el sombrero, - dice-. Son los que con el cráneo destrozado no necesitan auxilio, y a los gritos de Viva España y Viva la Legión, muere a nuestros pies lo más florido de nuestras compañí­as.
Una voz grita: “¡El Teniente¡ ¡el Teniente¡â€. Le han herido. Rápidos saltan dos el parapeto, y con la cara ensangrentada retiran al Teniente Sanz-Prieto. La sangre afluye de su boca destrozada, pero animoso, grita: “¡Viva la Legión¡”“¡Viva la Le….¡â€, no puede decir más.
El médico lo coge y pronto unas niqueladas pinzas penden de la boca ensangrentada. Un rato antes habí­a avanzado animoso con su pequeño gracioso acordeón que le serví­a de mascota.
El Teniente Vila también ha sido herido en los brazos; un Sargento retrocede de los primeros puestos con la cara roja de sangre; al pie del camión fue herido en la cabeza; alegre exclama: “¡Me han herido, pero le he matado¡â€.
Se retiran las cajas del parapeto y el combate sigue empeñado durante todo el dí­a. Del Gurugú bajan refuerzos al enemigo, y éste intente varias veces reaccionar sobre nuestras lí­neas, pero se les ve caer. Los vivas y ovaciones se repiten cada vez que es volteado algún rifeño.
A la izquierda, los Regulares tienen muy empeñado el combate. El Tabor del Comandante Ferrer ha sido castigadí­simo. El enemigo le ha defendido el terreno palmo a palmo. González Tablas acaba de ser herido. Nuestro Teniente Coronel, que no se separo de nosotros ni un momento, toma entonces el mando de toda la lí­nea. No vemos a otro Jefe.
El fuego sigue, y el Teniente Penche, que por muerte de los apuntadores dirige el fuego de una de sus máquinas, recibe un balazo en la cabeza. Se le recoge muerto. Solo un hilo de sangre brota de su frente. Sus presentimientos se cumplí­an.
El Teniente Manso ha sido también herido.
Para retirar las bajas nos auxilian con gran espí­ritu un practicante y varios soldados del Regimiento de Sevilla, que varias veces acudieron a las guerrillas, ayudando a nuestros camilleros en la sufrida y difí­cil tarea.
El convoy habí­a llegado sin novedad a Casabona; y a retaguardia hacia elk Zoco del Had, se activa la construcción de un blocao.
Momentos antes de la retirada empiezan a caer en el cercado los proyectiles de los cañones enemigos.
Cae la tarde cuando nos retiramos. Los moros intentan reaccionar, pero las últimas secciones le mantienen a raya y con facilidad nos apartamos del lugar del combate.
El General Sanjurjo sale a recibirnos. Nos abraza con emoción habí­a perdido doscientos de sus mejores soldados. Las bajas de la Legión pasan de 90. La tercera parte de hombres que habí­amos llevado al combate.
La orden general del Ejercito del dí­a 10 de Septiembre, en Melilla, dice así­: “ En la operación del dí­a 8 sobre Casavona, tuvieron ocasión el Tercio de Extranjeros y las Fuerzas Regulares de Ceuta número 3, de cubrirse una vez más de gloria. Con su indomable valor, con su admirable amor patrio, con su incomparable pericia, logaron asestar al enemigo uno de los mayores golpes que ha sufrido en todas nuestras campañas, ocasionándoles bajas numerosí­simas.
Todos cuantos integran estos Cuerpos modelos, alcanzan tales virtudes militares que es difí­cil señalar distinciones entre ellos y éste es el mayor galardón que puede ostentar una Corporación.
En nombre de todos vuestros compañeros del Ejército de África, que se enorgullecen de vosotros, os felicito efusivamente y os ratifico nuestra absoluta confianza.
Debéis sentiros satisfechos por ello y por haberos hecho dignos de la admiración de nuestra querida España.
El Coronel Jefe de E.M.F.G. Jordana- Rubricado.- hay un sellos en tinta que dice:”Alta Comisarí­a de España en Marruecos. Ejercito de Operaciones.
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Sven
 
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Re: ¡¡¡LA LEGIí“N!!!

Notapor Sven el Lun Ago 18, 2008 6:35 pm

DIARIO DE UNA BANDERA

NADOR Y TAHUIMA

Muchos dí­as hace que se anuncia el esperado avance a Nador. La falta de número de proyectiles de artillerí­a ha retrasado la fecha y por fin el dí­a 16 se ordena la salida para el 17.
Las confidencias hacen elevar a varios miles el numero de moros enemigos que atrincherados en el poblado y lomas que lo dominan, nos cerrarán el paso; el combate se espera que sea empeñado y a todos se nos hacen lentos los momentos que nos separan del camino de la reconquista.
Las gasolineras cruzan rápidas por Mar Chica vigilando la costa y el tableteo de sus ametralladoras es respondido con constantes y sonoros “pacos”. El globo cautivo, elevado sobre nosotros, vigila el campo, y tumbados al costado de la carretera esperamos que llegue la hora señalada del avance.
Un nutrido fuego de artillerí­a parece ser la señal para el movimiento; el poblado, lomas y barrancadas, se coronan de pequeños humos blancos; los barcos de la escuadra ponen en lo alto de los parapetos enemigos sus negras explosiones y las baterí­as flotantes enfilan con sus “shranel”los largos y profundos barrancos, mientras que Regulares y Legionarios avanzan sobre la extensa loma que de Sidi Hamed baja hacia Nador.
Nuestras guerrillas, parapetadas en los montones de piedras de la loma, entablan combate con el enemigo y a su abrigo se establecen las ametralladoras y piezas de montaña que han de preparar en nuevo asalto. Los moros, ocultos en los poblados y peñas del barranco del Amadi. Hostilizan vivamente; los cañones del Gurugú dirigen a la columna sus disparos y el cañoneo de nuestra artillerí­a y barcos de guerra sigue con la misma intensidad.
El paso de la barrancada y avance sobre las lomas de Nador esta difí­cil. Por ello avanza nuestro Teniente Coronel hasta las guerrillas, a dominar el campo y a dar las últimas disposiciones para el asalto. El enemigo dirige su certero fuego, y cuando el Teniente Coronel me señala el puesto que debemos ocupar en el asalto, el chasquido caracterí­stico del balazo derriba en tierra a nuestro querido Jefe. Abundante sangre mana de su pecho. Ha recibido en él una grave herida. Mientras le retiramos para que le efectúen su primera cura, el Coronel Castro llega a ordenar el asalto.
Los Legionarios avanzan decididos, corriendo por la barrancada; dejan detrás a los caí­dos, que los camilleros incansables retiran a los espacios desenfilados. Unos camilleros conducen a un soldado herido; cae alcanzado uno de aquellos por el plomo enemigo y el otro, activo, lo desenfila en una cuneta; ya lo recogerán los que vienen detrás. Otro, moribundo, quiere hablarnos al paso; nos detenemos unos segundos, pero no puede expira en el esfuerzo. Un soldado, con un balazo en el pecho, corre animoso a nuestro lado, sigue combatiendo; desfallecido y sin fuerzas es llevado más tarde a la ambulancia.
El avance sigue impetuoso y se corona la primera loma. ¡Viva la Legión¡ El enemigo huye delante de nosotros y es un dolor, que por ir tomando los objetivos, vayamos dejando la fuerza repartida y nos encontremos sin reservas en los momentos de activar la persecución.
El Coronel Castro marcha a nuestro lado. Desde hace dos dí­as viene el Jefe de vanguardia. ¿Vamos a Monte Arbos? Dice-, Al momento. Y sin esperar a las otras unidades, avanzamos rápidos antes que el enemigo se rehaga, coronando el último objetivo.
En el camino, encontramos varios moros muertos; una joven y bonita mora yace tendida en tierra; sus vestiduras blancas tienen sobre el corazón una enorme mancha roja; su frente todaví­a conserva calor. ¡Pobre niña muerta, ví­ctima de la guerra¡. Los Legionarios la miran con amoroso respeto; entran en Monte Arbós y persiguen al enemigo que huye por el llano.
A la derecha y dentro de un moravo, el enemigo dirige algunos disparos; se retira cuando avanzan sobre nuestros soldados.
Paños bordados cubren el sepulcro del santón y una capa pluvial de la Iglesia de Nador adorna también la blanqueada sepultura. Del lecho penden tornasoladas bolas de cristal de distintos colores. Son los votos de los indí­genas en su devoción al santón.
El dí­a transcurre con relativa tranquilidad. Es de noche cuando nos retiramos, dejando en Monte Arbós destacada una compañí­a. En la oscuridad atravesamos el pueblo; los corros de ganado y abundantes escombros detienen a cada momento nuestra marcha en dirección al reducto, lugar en que se encuentra el nuevo campamento.
Nuestras bajas este dí­a habí­an sido ocho muertos y 25 heridos. Y herido grave nuestro Teniente Coronel.
Un olor insoportable invade el poblado. Los muertos se amontonan en las casas y patios y en todas partes se encuentran vestigios de la cruel rapiña. El pueblo ha sido convertido en un enorme cementerio, y solo en nuestro campamento, apartado de las edificaciones, se respira agusto. Aquí­ nos habí­amos de estacionar hasta la ocupación de Segangan.
Desde el primer dí­a la tropa se extiende por los alrededores y de los aduares conducen objetos diversos; camas cogidas en el saqueo por los moros, máquinas de coser, sillas, mesas, carros, pequeños volquetes, todo se va amontonando en el campamento. Las planchas de cinc, puertas, ventanas abundan y con todo ello los Legionarios construyen las pequeñas chozas que les han de abrigar de las inclemencias del tiempo.
Algunos se alejan por el llano y son tiroteados por el enemigo, que nos causa algún herido, e impone el establecimiento de una vigilancia en las huertas que limite las incursiones de los Legionarios.
La limpieza del poblado adelanta, los muertos son enterrados, pero es tanto lo que hay acumulado que se necesita tiempo para higienizar este enorme cementerio.
La vida es tranquila, los Legionarios descansan un poco de la actividad anterior y guarnecen de noche el sector de las huertas.
Hasta el dí­a 23 dura nuestro descanso. Este dí­a se ha de efectuar una pequeña operación en que la altura d Tahuima, la cuarta Caseta y el Aeródromo son los objetivos.
Tahuima, a cuatro kilómetros de Nador, es el lugar a donde se han de dirigir los legionarios. Nuestros soldados llegaron de sus excursiones de estos dí­as hasta su pie sin notar la presencia del enemigo.
Antes del amanecer ya está el Coronel Castro Girona a nuestro frente. Los Regulares de Ceuta efectuarán una marcha de flanco por la ví­a, y nosotros de frente abordaremos la posición; la caballerí­a por la izquierda, desbordando este flanco, debe en el avance amenazar la retaguardia enemiga.
Cruzamos las huertas y salimos al extenso llano en el que el montí­culo de Tahuima aparece coronado por pequeña torre que le da aspecto de antigua fortaleza. Solo unos disparos suenan hacia la derecha; las guerrillas se ha adelantado sin resistencia y rebasan la posición; el enemigo a lo lejos hostiliza débilmente y los montes de Beni-bu-Ifrur aparecen coronados de numerosos moros que dispersa nuestra artillerí­a.
La caballerí­a se ha echado tanto al costado izquierdo que se encuentra cerca de Mar Chica; cuando se incorpora le ordenan efectuar un raid por el llano.
Pasados unos minutos el Coronel Castro nos da la orden de avance. Los escuadrones en el llano han empeñado combate y solicitan ayuda.
Al paso ligero avanzan la primera y segunda compañí­a con una sección de ametralladoras en la dirección señalada por el núcleo de caballos. Nos adelantamos al galope. Un grupo de dos escuadrones permanecen con su Coronel en el centro del llano; delante, está el escuadrón empeñado en fuego; seguimos hacia aquel lugar y próximo a la ví­a hallamos el grupo de caballos, delante de los cuales y pie a tierra se encuentran los soldados. A lo lejos aparecen las siluetas de los fantasiosos jinetes moros que caracoleando disparan sus armas. Silban algunas balas.
El Capitán nos explica su situación frente al enemigo que le hostiliza cada vez que intenta retirarse; al poco rato llegan las guerrillas de nuestras unidades, que corriendo por el llano alejan a los jinetes enemigos. Se retiran los escuadrones y con entera calma nos replegamos a nuestra lí­nea; en toda la maniobra hemos tenido un herido leve.
A las dos de la tarde se ha empezado el repliegue, pero durante el nos vemos detenidos por la presencia frente al Aeródromo de grupos enemigos que dificultan la retirada de algunas pequeñas fracciones de la otra columna, empeñada en combate.
Allí­ se dirige la segunda Bandera y la primera avanza de nuevo con el batallón de Toledo, para rechazar a los grupos enemigos que empiezan a filtrarse por las grietas del llano. Mientras, a nuestra retaguardia, entra en Nador, procedente de los Pozos de Aograz, la columna de Cabanellas.
De noche, al volver al campamento, nos enteramos de la grave herida del bravo Capitán Garcí­a Martí­nez, de los regulares; lleva diez años sirviendo en estas fuerzas y su propuesta de ascenso se halla pendiente de la resolución de las Cortes.
Cuando se retiraba después de cumplida su misión, al colocar sus máquinas para prestar auxilio a las fracciones de la otra columna, una bala atravesando sus gemelos, le hace sufrir en la cabeza una herida graví­sima.
Todos sentimos verdadero dolor por la grave herida de este oficial, a quien los médicos desconfí­an en salvar y que desde hace dos años debí­a ser Comandante.
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Sven
 
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Notapor Sven el Mar Ago 19, 2008 5:40 pm

DIARIO DE UNA BANDERA

SEBT Y ULAD-DAU

En la tarde del dí­a primero de Octubre se encuentran los jefes de unidad en las Tetas de Nador. Desde allí­ se domina el llano que se extiende hasta Sebt.
Atlaten en el fondo cierra en el horizonte con su negro y cortado espolón, y a la izquierda, entre los montes de Benibuifrur., el Ulsan destaca su pico cubierto de nubes. En el fondo de este llano, entre la mancha verde de las chumberas, aparece como una fortaleza la altura rocosa de la casa de los Chorfas, a cuyo pie se pierde la cinta blanca de la carretera. De los montes del Gurugú, a la derecha, bajan enormes torrenteras que cruzan el llano, cual enormes trincheras.
Este es el escenario del próximo combate, donde ha de recibir un serio golpe la harca enemiga.
El General nos explica los de la operación y misión que a cada uno corresponde en el combate; en Monte Arbós se concentrará la masa artillera, mientras con las columnas marcharan las baterí­as de montaña.
El objetivo señalado a la columna Sanjurjo es, rebasando Sebit por la derecha, ir a ocupar la antigua posición de Ulad-Dau, en la meseta del mismo nombre. La columna Berenguer abordara la posición de Sebt de frente y la de Cabanellas a la izquierda vigilara los pasos de Beni-Ifrur.
Al regresar al campamento se circulan las órdenes; a las dos y media han de formar las unidades para concentrarse a la derecha de la posición de Monte Arbós; las tropas formarán sin toque previo.
Esta noche apenas dormimos. Son las once cuando nos acostamos y a la una y media nos despierta el oficial de servicio. El campamento aparece lleno de pequeñas luces; las unidades van formando, y los acemileros se desesperan en lucha con sus cargas.
Tenemos que atravesar Nador, operación difí­cil en la noche. Las calles están interceptadas por otras unidades de las distintas columnas que este dí­a se ponen en marcha; la extensa alambrada que rodea el poblado, limita los movimientos; pero por fin conseguimos llegar a la salida del pueblo y entrar en el camino de Monte Arbos.
Los escuadrones nos preceden y, después de frecuentes detenciones, ocupamos, a las tres y media, nuestro puesto de concentración.
Empieza a alborear cuando el Cuartel General llega. Desde hace un rato se encuentra entre nosotros el Coronel Castro. Los Regulares se han concentrado a nuestra derecha y a retaguardia se alinean las baterí­as con el resto de la columna; pero hay que esperar más. La columna Berenguer ha de salir antes y su concentración aun no ha terminado.
Con los gemelos distinguimos muy bien el campo. En la posición de Sebt y chumberas próximas aparece numeroso enemigo. De allí­ se destacan unos grandes guerrillones que, en aparente descubierta, ocupan los barrancos y trincheras; otros grupos numerosos se descubren en las faldas del Guruú y de Ulad-Dau. El dí­a promete ser movido.
La columna se pone en marcha. Los Legionarios desfilan cantando la Madelón. Las compañí­as adoptan la formación en la lí­nea de a cuatro, con sus secciones separadas y los primeros soldados despliegan. A su frente marcha animoso y alegre el Teniente Agulla.
Con la segunda compañí­a desfilan como agentes de enlace del Capitán, dos legionarios, antiguos oficiales alemanes, incorporados el dí­a anterior; a su llegada pidieron un puesto en el frente; tienen aspecto aristocrático y sus rostros blancos se destacan entre los curtidos de los demás soldados.
Tan pronto salen las guerrillas de los cercos de chumberas, al pie del Monte Arbós, el combate se entabla. Los regulares avanzan por la derecha y los legionarios al frente se lanzan a tomar la primera lí­nea del barranco, ocupada por el enemigo. Otras unidades refuerzan la guerrilla y el avance sigue impetuoso.
En los espacios desenfilados de las barrancadas se van agrupando los heridos.
La artillerí­a del Monte Arbós concentra sus fuegos sobre la izquierda del frente de combate, mientras las baterí­as gallegas siguen de cerca la marcha de las guerrillas.
El enemigo se defiende bravamente en las barrancadas y trincheras, en una de las cuales es herido graví­simo, al frente de sus legionarios, el Teniente Agulla.
En la segunda barrancada un legionario alto y pálido, aparece muerto; es uno de los oficiales alemanes. Su compañero se bate en la guerrilla bravamente.
El Teniente Urzáiz, herido en el vientre, pasa cantando en una camilla, “¡No es nada muchachos¡ ¡Viva la Legión¡”les dice al paso de los legionarios.
El capitán Franco, de la primera Compañí­a, es herido también en el avance.
Hubo momentos en que el fuego de nuestros soldados se suspende. Una guerrilla de moros con traje kaki, sale de la trinchera próxima. “¡No tirar que son Regulares¡â€, ordena el oficial. Desde unas piedras se vuelven y hacen una descarga; “¡eran enemigos¡â€.
Nuestras ametralladoras desde el pie de Monte Arbós, acompañan a brazo a las guerrillas en sus asaltos; ahora dirigen su fuego contra la última trinchera, a la derecha de las chumberas donde el enemigo extrema resistencia; los legionarios de dos compañí­as avanzan sobre ellas y cuando vamos a alcanzarla, la artillerí­a de Monte Arbós les envuelve en el humo de sus disparos; caen varios soldados heridos con el Teniente España, pero la trinchera se ha ocupado.
El primer avance nos ha costado más de cien bajas y el enemigo ha abandonado sus muertos en las barrancadas.
Por la derecha los regulares han encontrado la misma resistencia y, cuando me acerco a ellos para armonizar el avance, veo caer herido al Teniente Coronel Mola, que los manda en ausencia de González Tablas.
Cumplida la primera parte del objetivo reanudamos el avance sobre Ulad-Dau. Antes de que el enemigo en su huida, se apreste a su defensa, nuestras guerrillas trepan por la pendiente de la loma. En la vanguardia un Legionario y un Regular se disputan entrar el primero en el pequeño aduar; una herida grave, recibida por el moro en el vientre, deja el campo libre al Legionario, que encuentra ocasión de poder vengarle.
Los Legionarios ocupan el frente de la posición y la avanzadilla, y los Regulares suben a las peñas del borde de la meseta, donde son más tarde reforzados por nuestra quinta compañí­a.
El enemigo hostiliza desde las huertas y barrancadas y el antipático sonido de la arbaia enemiga se hace sentir.
Al pie del Ulad-DAu, junto al Morabo, ha quedados una sección de la primera Compañí­a; a los pocos momentos avisan de haber herido de dos balazos al Teniente Calvacho que la mandaba.
Después de una fatigosa ascensión llegan a Ulad-Dau nuestras secciones de ametralladoras. Cuando ocupan, a la derecha de las casas, importante posición de fuegos, el Teniente Montero recibe graví­sima herida en la cabeza. Todos le creen muerto y, con la cabeza envuelta en un saco terrero, vemos retirarle hacia la ambulancia. Nuestra sorpresa fue grande al encontrarle a los pocos dí­as en el Hospital, y hoy curado de su grave herida.
El combate durante el dí­a se mantiene duro, especialmente en las peñas ocupadas por los Regulares; la retirada de estos se avecina difí­cil.
Cuando fortificada la posición llega el momento del repliegue, el enemigo, que está muy cerca, aparece a pocos pasos de los Regulares. Solo un mortí­fero fuego de nuestra fusilerí­a y la oportuna intervención de una de las admirables baterí­as de montaña del grupo gallego, colocando en medio sus explosiones, detiene en su avance a los montañeses y facilita la retirada a los valientes Regulares.
En esta retirada es herido grave en la cabeza el Teniente de la Cruz.
El dí­a habí­a sido muy duro. La Legión habí­a tenido 143 bajas de tropa y 7 oficiales. Los soldados habí­an luchado incansables y nuestras ametralladoras acreditaron una vez más su valor y resistencia.
El dí­a 3 efectúa la primera Bandera el convoy a Ulad-Dau para retirar los heridos y aprovisionar las posiciones.
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