20 DE SEPTIEMBRE - LXXXVIII ANIVERSARIO DE LA FUNDACION DE LA LEGIí“N-
El año 1920 se inicia con venturosos acontecimientos. El año de la fundación del Tercio de Extranjeros depara en su primer mes dos hechos transcendentales. Por Real Orden Circular de 7 de enero, José Millán Astray asciende a teniente coronel. El 31 del mismo mes el Diario Oficial del Ministerio de Guerra publica una Real Orden por la cual se dispone que el teniente coronel José Millán Astray emprenda la tarea de organizar el Tercio de Extranjeros, creado el 28 de enero del mismo año. Las esperanzas y los propósitos, los sueños y los deseos, han pasado finalmente al mundo de los hechos reales. Ahora hace falta trabajar para finalizar la obra, inspiración para que sea perfecta, sacrificio para que se consagre, no desmayar nunca y tener fe y constancia. Y un muy alto espíritu de sacrificio; ninguno de estos requisitos iba a regatear el teniente coronel Millán Astray a fin de ofrecer a su Patria y a su Ejercito unos cuadros militares que formarían pronto un Centro legendario con fama a lo ancho y largo del mundo. Pocas empresas tan hidalgas se han emprendido en pleno siglo XX como lla fundación del Tercio de Extranjeros. El genio de la España imperial va a encarnar en los legionarios de Millán Astray; ellos son los dignos sucesores de los soldados de los Tercios de Italia y de Flandes, con el mismo concepto de honor, del deber y del sacrificio. La hora de la creación del Tercio es una hora que perdurara en la historia de la nación española; es una afirmación de la vitalidad y de las puras esencias de España.
El venturoso día que el Diario Oficial llena sus columnas con las reglas de constitución del Tercio, Millán Astray está en Madrid. En su casa, en fiesta intima familiar, acompañado de un grupo de amigos, se da lectura al Decreto y se hace la entrega del bastón de mando. Por primera vez, se da este grito: ¡Viva el Tercio¡.
Es necesario ponerse a trabajar inmediatamente. El Ministro de Guerra le comisiona para gestionar en los Ministerios de Estado, Gobernación y Fomento dicten las disposiciones necesarias a fin de iniciar el reclutamiento. Millán Astray se mueve con gran diligencia por los despachos oficiales hasta conseguir tenerlo todo listo. Legal y administrativamente puede empezarse ya la tarea. Su idea es de establecer banderines de enganche en Madrid, Zaragoza, Barcelona y Valencia. En todas las capitales, Millán Astray pone de relieve sus dotes de organizador, y en pocos días, sin medios apenas, dejan en disposición de funcionar las distintas oficinas de reclutamiento.
Después de estos trabajos previos. Millán Astray se traslada a Ceuta con el fin de tomar posesión del mando de “El Tercio de Extranjerosâ€. Allí esperará a que vayan llegando desde la península los primeros grupos de legionarios. Serán días de actividad sin reposo, horas intranquilas, sin saber todavía cómo responderán al llamamiento los futuros reclutas.
Por las calles y plazas de España, en los centros oficiales, por pueblos y aldeas se colocan los carteles anunciadores del alistamiento en las filas del Tercio.
Son unos carteles de tonos pardo, azul y oro viejo; en ellos aparece un soldado de rasgos perfilados y enérgicos, que empuña con mano firme una bandera española. Debajo de esta figura campea la siguiente leyenda:
“Alistaos en la Legión de Extranjeros. Españoles y extranjeros: los que seáis amantes del Ejercito y de sus glorias, los que gustéis de la vida de campaña: ¡Alistaos¡.
Así, sencillamente, sin propagandas ruidosas, sin poner en juego un aparato publicitario complicado, sin más slogan que la verdad de la Legión, el mundo tuvo noticias de que las armas de España reservaban un puesto para los amantes de la milicia, de la aventura y del peligro; sin hacer reservas de nacionalidad, ni exigir más requisitos que poseer buenas condiciones físicas y moral combatiente. Todo es austero y sencillo, en contraste con las campañas realizadas en Nueva York, por ejemplo, durante la guerra de 1914-1918, para reclutar soldados. Allí se cubría la ciudad de carteles en los cuales aparecía una delicada girl de ojos azules e ingenuos, cabellos rubios y rasgos soñadores. Al mismo tiempo, se organizaban cabalgatas y desfiles con música, flores y carrozas. Por el contrario, la Legión se bastaba con anunciar escuetamente la promesa del riesgo y la aventura.
Millán Astray está en Ceuta, con el alma pendiente de las noticias que lleguen desde Madrid y Barcelona, principalmente, sobre la acogida del llamamiento de la Legión. Pensaba él, como hecho venturoso, que acudiesen ocho o diez voluntarios cada día para alistarse. Pero los partes que recibe son muy distintos a sus cálculos. Solo en Barcelona, en tres días, se habían presentado cuatrocientos hombres.
- ¡Que vengan¡ - ordenó escuetamente el jefe de la Legión.
Se organiza la primera expedición formada por doscientos hombres.
Este grupo es la esencia del Tercio, la espuma, la flor y la nata de los aventureros. Al frente del banderín de enganche de Barcelona está el teniente Olavide, el cual no tiene más colaboradores que René, un belga de pasado borrascoso, y William, un gigante negro oriundo de los Estados Unidos. Ninguno de ellos habla el español, pero el teniente Olavide suple con su entusiasmo todas las dificultades. El Oficial ha de multiplicarse; tiene que cortar el pelo a los alistados, vestirlos, vigilar el baño, pagar las soldadas, establecer un principio de disciplina y autoridad…..No dispone de un solo momento para el descanso, todas la horas del día y de la noche son necesarias para que le grupo de reclutas acate las ordenes y se someta.
Aquellos doscientos reclutas pasan como un alud a lo largo de la península, camino de Algeciras. Durante el trayecto, las gentes experimentan una sensación de temor al verlos.
-¿Quién va a poder hacer carrera de estos hombres?.
-¡No obedecerán a los oficiales¡.
-Cualquier día queman su cuartel……
En la Bahía de Algeciras, embarcan en el Fernández Silvestre. El grupo ofrece un aspecto desordenado. Al lado de los pantalones de Mahón, los sombreros de paja; trajes claros, rostros morenos curtidos por el sol, individuos rubios y jóvenes de cabellos negros, ensortijados y revueltos……Son los futuros legionarios. Unos parecen aristócratas, otros parecen simples bravucones; los hay de aspecto bravo y muchos son alegres, habladores, bromistas….Puede haber entre ellos tal vez un príncipe o un ex presidiario; indudablemente algunos han sido oficiales de otros ejércitos, locos de cualquier doctrina, hombres amargados y seres sin ilusiones. De esta diversidad de individuos ha de salir homogéneamente formado el estilo, el brío y el aire de la Legión. El alma misma del Tercio se hacía palpable en estos reclutas, vehementes y sosegados, hoscos o reidores, que iban a África buscando la aventura varonil de cara a la misma muerte. Golfos y artistas italianos, rusos escapados de la esclavitud de los soviets, alemanes visionarios, franceses camorristas, polacos de mirada romántica, y americanos, españoles, malteses……Medio mundo y todas las razas enroladas al servicio de la bandera de España, para vivir y ser protagonistas de hazañas a la española.
No tarda en ofrecerse a la vista Ceuta, blanca y luminosa, tendida a las puertas del estrecho. Flota en el ambiente todo el hechizo africano de esta ciudad, cristiana y europea, mora y rifeña, al mismo tiempo.
Una gasolinera se aproxima al Fernández Silvestre y en ella se distingue la gallarda silueta del teniente coronel Millán Astray, que con gesto enérgico agita su gorro al aire. Por vez primera el jefe de la Legión, está frente a sus primeros soldados. A poco, se efectúa el desembarco y forman sobre el mismo muelle los legionarios. Millán Astray, con voz sonora, les da la bienvenida.
- La Legión os recibe con júbilo y satisfacción; alegraos de este momento.
La expedición se pone en marcha para dirigirse al Cuartel del Rey. En el patio de este edificio, Millán Astray va a hablarles nuevamente.
- Habéis llegado a este cuartel para adquirir el compromiso más honroso de vuestras vidas: os vais a consagrar a la Legión. Ella os recibe con los brazos abiertos y os ofrece honores, gloria y olvido también. Sentiré un orgullo desconocido hasta ahora: el de ser legionarios. Aquí recibiréis vuestras cuotas y percibiréis los haberes prometidos. Podréis ganar galones y alcanzar estrellas, pero a cambio de esto, los sacrificios han de ser constantes, en el combate defenderéis los puestos más duros y peligrosos, y muchos de vosotros moriréis en la pelea. Nada hay más hermoso que morir con honor, por la gloria de España y de su Ejercito; ya lo comprenderéis así……Caballeros legionarios: ¡Viva la Legión¡
Los legionarios le miran fijamente y parecen sentir en el alma las palabras del jefe; en los ojos de algunos de aquellos hombres hay miradas de emoción.
Se les advierte de que aun están a tiempo para regresar a sus puntos de origen, que no han adquirido aún compromiso en firme, pero arrojando al aire gorras y sombreros, dan un ¡Viva la Legión¡ tan rotundo, que ni uno solo de los presentes renuncia a formar en las filas del Tercio. Con interés van leyendo luego los carteles colocados en las paredes del patio.
“En el campo del honor hay que demostrar que pueblo es más valienteâ€.
“¡Que horrible es vivir siendo un cobardeâ€
“Podéis llegar a capitanes de la Legiónâ€
Los legionarios siguen formados en el patio del Cuartel del rey y van siendo llamados los extranjeros, los que ya han servido en el Ejército, los que han sido guardias civiles y carabineros, los que fueron militares de profesión.
Luego el teniente coronel Millán Astray se retira a su despacho para ir recibiendo uno a uno a los legionarios recién incorporados. En el antedespacho esta el Capitán Ayudante Ortiz de Zárate, que es quien autoriza, llegado el turno, para pasar a la presencia del jefe de la Legión. Millán Astray mira fijamente al soldado que acaba de entrar:
¿Sabes a que has venido?
El interrogado permanece mudo; ignora qué respuesta ha de dar a su superior.
¡ Has venido a morir¡ ¡ Si, has venido a morir¡ Porque desde que has pasado el Estrecho ya no tienes ni madre, ni novia, ni familia; desde hoy todo esto lo será la Legión. El servicio ha de estar por encima de todo, en el honor que te has impuesto de servir a España y a la Legión. Todavía tienes tiempo de examinar si tu animo está dispuesto a ese sacrificio, después de reflexionar puedes comunicarle al capitán ayudante tu decisión final.
Otras veces recibe un grupo de los recién incorporados. Millán Astray se pone en pie tras su mesa de trabajo y mira tan penetrantemente que parece llegar hasta el fondfo de sus corazones. Le acompañan en las entrevistas un teniente y dos legionarios con armas, uno de ellos negro. Otros dos en la mesa. Están dispuestos a tomar nota de las órdenes que de él teniente coronel. Todo resulta espectacular e impresionante.
Tú y tu…..¿cómo os llamáis?....¿De donde habéis venido?.
Si algún legionario mueve la gorra entre las manos o hace algún movimiento, Millán Astray ordena enérgicamente;
¡Quietas las manos¡ ¡la mirada al frente y el pecho erguido¡
Después de un momento de silencio, prosigue:
A la Legión no se viene a disfrutar comodidades; el trabajo es fuerte y son muchas las privaciones. El enemigo tira bien y los balazos duelen, y más aún si alcanza un hueso…Pero en la Legión encontrareis amor, amparo y amistad. Se os exige ser valientes y acatar la disciplina; a cambio se os da oportunidades de gloria, los sueldos prometidos, comida sana, ropa y recompensas. ¡Que seáis dichosos aquí y que Dios os conceda lo que cada uno viene buscando¡
Más importante que las palabras que pronuncia Millán Astray es el acento que pone al decirlas; asombra su vehemencia y su gallardía
Antes que salgáis de este despacho, tengo que haceros una observación: el que se arrepienta de formar parte de la Legión., sea por miedo o por otras razones, que diga al médico ahora, al pasar el reconocimiento: “Tengo dolor de garganta”Con esto es suficiente para quedar en libertad.
(continua.........)
Cada legionario es tu compañero de arma cualquiera que sea su nacionalidad, su raza, su religión.Tú lo manifestaras siempre en la estrecha solidaridad que debe unir a los miembros de una misma familia.